Sé que allí en donde no existe un sentido de gratitud, no puede existir otra cosa como no sea la envidia.
Ésta carta la dirijo a aquellas personas…amigos de verdad, quienes cuando me vi avasallada ante la falta de trabajo, me extendieron la mano y de esa manera evitaron que de mí se esfumara la pasión…y aquel quien pierde la pasión, se pierde a sí mismo.Mi salida del trabajo ocurrió un glorioso y “muy guadalupano” doce de diciembre, Enseguida y sin siquiera reparar un instante en ello, me lancé a la búsqueda.
Sabía que como la tierra, si paraba caería de inmediato al abismo.
Después de recorrer toda la ciudad, encontré nada. Ya Dios, la vida o qué sé yo, tenían dispuesto para mí un gran aprendizaje…¡La humildad!Un pastor evangelista llegó a casa y llamó a la puerta, para ofrecerme trabajar en su colegio y en su escuela de misión. Sin vacilar siquiera un instante, dije: ¡Sí acepto! Y me olvidé de los grados académicos, de los premios nacionales, de la obra publicada.
Me olvidé de mi “ego” y me lancé al ruedo, así sin más.Fue una experiencia difícil, no lo niego y para no hacerme polvo con el polvo hube de mantenerme siempre objetiva desde mi posición de antropóloga en trabajo de campo. En un solo día iba del contexto de la pobreza que caracteriza a nuestra patria, a la fineza y la exquisitez de la que gozamos tan solo unos pocos.
Rosario Ramos, me había abierto las puertas para participar como seminarista en el Instituto Arocena.Al siguiente semestre, cuatro amigas mías a quienes les estaré eternamente agradecida, me ofrecieron trabajo en la Universidad De La Salle.
¡No lo podía creer! Ya estaba de nuevo en el mundo académico.Tímidamente comencé con una clase, a la semana ya me habían ofrecido dos y luego tres y posteriormente una posibilidad de integrarme al departamento de investigación.
Todavía no lo creo, lo único que sé es que debo agradecer a Dios, a la vida y a mis amigas, Cristina Ortueta, María Luisa Madero, Blanca Chong y Carmen Guerra, porque gracias a ellas he recuperado la pasión.
Cuando una persona no pertenece al medio académico, piensa que al recibir la pensión una habrá de retirarse…que cosa más falsa, un académico se retira cuando la vida…ya no le alcanza para producir más.
Bendigo a la vida porque esta experiencia me ha permitido hacer un alto y depurar la lista de contactos…sé que mis lectores saben a qué me refiero.