*A la hermosa Bere
¿Cuántas estrellas angelicales en el horizonte? El sol con sus rayos implacables, no vencen, ni el agobio en el polvo de los zapatos. Hay que seguir buscando, esa luz que nos dice: ¡ven, aquí es!
Siéntate en el paraíso de flores, goza la humedad de este río, escucha su torrente, el fluir de su cauce, que es el latido de esta Patria chica, tan pisoteada, y sin embargo, vibra con intensidad en quién busca la utopía de vivir cada momento, para conseguir esa felicidad que nos ha sido dada, desde
que Él fue sacrificado en la Cruz.
Vamos a quitar los clavos del madero, limpiemos con ternura las heridas, que el silencio se esparza suave, y escuchar el susurro del viento, el crujir de las ramas del árbol, y posados en su tronco sentir, la mano de Él en tu mejilla, que besa tu
rostro y enjuga tu tristeza.
En estos meses, la muerte ha ronroneado por las arterias, muy cerca de mí me muestra su mueca avasallante.
Pareciera que una flor se queda sin pétalos, el dolor agudo regresa, punza fuerte, es un retorno constante, sientes nuevamente lo irremediable, entonces, llega la duda de una sanación.
¿Cómo consuelas a una madre que ha perdido a su hijo? María es un ejemplo de fortaleza, el fuego de su corazón, arde para sentir la libertad y responder al Amor.
Ella vio a su Hijo, en medio del sufrimiento ir rumbo al Calvario. Lo ve dirigirse al sacrificio, y se mantiene de pie junto a la cruz. ¿Cómo pudo soportar tanto dolor?
Son los misterios que rodean estos días, que nos hacen reflexionar sobre nuestra FE. En el libro Testigos del Señor Jesús, del jesuita Enrique Ponce de León Garciadiego, recrea las voces de los que vivieron la época de Jesús y te hace
conocerlos, sentir su cercanía con una voz más actual.
Sus palabras te van cobijando con ternura, te reta a transformar nuestra mediocridad y a tener la esperanza de que la felicidad es posible, La Fe es como un abismo y hay que
lanzarse.
Para los días de lluvia en el corazón, contemplar, leer, aquietarnos y abrir los sentidos. Me encanta Dios, de Jaime Sabines, como un paraguas nos arropa juguetón con sus versos y como los gatos nos hace lamber las heridas.
¿Sabes quién encarna la felicidad? Carpe diem.