Por si quedaba alguna duda sobre el enorme reto educativo que enfrenta nuestro país, los resultados de la prueba internacional PISA deberían de eliminarla por completo. El problema es que el gobierno de López Obrador, en lugar de moverse en la dirección correcta, ha optado por retroceder.
Impartidas cada 3 años por la OCDE a alumnos de 15 años de múltiples países, las pruebas del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos, mejor conocido como PISA por sus siglas en inglés, reflejan el nivel de los estudiantes en tres áreas (matemáticas, lectura y ciencias) y son consideradas como un termómetro de las perspectivas económicas de un país. Las más recientes, cuyos resultados se dieron a conocer la semana pasada, se realizaron en 2018 y abarcaron 79 sistemas educativos del mundo.
En México, los exámenes se comenzaron a aplicar a partir del año 2000 y desde entonces las noticias han sido decepcionantes. Desde un inicio hemos salido reprobados en las tres áreas que mide PISA y nos mantenemos estancados. De hecho, estamos en el último lugar en todas las disciplinas que mide la OCDE dentro de los países miembros. Admito que esta comparación es algo injusta, ya que la OCDE congrega a países primordialmente ricos, y que una vez incluidos los demás países evaluados en este ejercicio nos acercamos más a la parte media de la tabla.
Pero aun así los datos son preocupantes. De acuerdo con PISA, más de la tercera parte de los niños y niñas de 15 años en México no tienen el nivel mínimo de competencia en matemáticas, lectura y ciencia para avanzar a la preparatoria. Esta proporción es mucho menor al promedio de la OCDE. Por otro lado, apenas 1% de nuestros estudiantes obtuvo un desempeño que los ubica en los niveles de competencia más altos en al menos una de las áreas. El promedio de la OCDE es 16 veces superior.
Ante estos datos, el gobierno debería estar alarmado. Aunque la educación siempre ha jugado un papel fundamental en el desarrollo económico de un país, con un mundo globalizado y en la era del conocimiento que estamos viviendo, se ha vuelto aún más relevante. La educación, además, es un elemento crucial para obtener un buen trabajo y el principal motor de movilidad social.
Sin embargo, el gobierno, en vez de avanzar, en aspectos fundamentales ha metido reversa. Estoy consciente de que mejorar la educación es complejo y que se pueden considerar distintas estrategias. Pero de algo podemos estar seguros: la calidad de los maestros debe ser la pieza angular de cualquier opción. De aquí lo preocupante de la cancelación de la reforma educativa de Peña Nieto y de su sustitución por la llamada contrarreforma. Ya se había logrado marginar del sistema educativo a grupos de maestros nocivos como los de la CNTE. ¿Para qué abrirles la puerta para que vuelvan a influir negativamente en la formación de nuestros hijos?
Veo difícil que nos esperen mejores resultados en las futuras pruebas PISA.