Antes de que termine el año el gobierno lanzará una línea aérea que estará a cargo del ejército. La nueva Mexicana no ha levantado vuelo y ya puedo anticipar que será un fracaso financiero. De una manera u otra, los contribuyentes acabaremos rescatándola. Por supuesto que eso no es lo que deseo. Al contrario. Ojalá que sea una aerolínea exitosa, que amplíe las opciones de transporte para millones de mexicanos y que reduzca los costos de volar. Sin embargo, la historia está en su contra.
El negocio de la aviación ha demostrado ser (con contadas excepciones) un no-negocio. Fortunas enteras se han perdido. Historias de quiebras abundan en todo el mundo. México no es la excepción. Mexicana (la original) fracasó varias veces. Lo mismo Aeroméxico (la última vez en la pandemia). Otras quiebras recientes en el país son las de Interjet y Aeromar. Y si para los privados es casi imposible ganar dinero en la industria, imagínese para el gobierno. Las empresas públicas no tienen como prioridad ganar dinero y el Estado no se caracteriza por ser un buen administrador.
En un principio, los viajeros nos veremos beneficiados gracias a una mayor oferta de rutas (la nueva Mexicana abrirá 20 en una primera etapa) y tarifas atractivas. La competencia es muy bienvenida. Actualmente existen pocas opciones para volar en nuestro país y los altos precios y limitadas rutas son reflejo de ello.
El problema está en que la competencia venga del gobierno y no de la iniciativa privada. Si quiebra una aerolínea privada, la factura no la pagamos los mexicanos. Suficientes problemas tiene el gobierno para meterse en un costoso y tradicionalmente mal negocio.
La inversión de saque son 4 mil millones de pesos. A esto habrá que sumarle las aportaciones futuras (que estoy seguro serán cuantiosas). ¿Cuál es el presupuesto que tienen destinado el gobierno en su aerolínea? ¿Cuánto está dispuesto a invertir? ¿Cuántas pérdidas quiere y puede aguantar? ¿Qué no tiene un mejor uso de sus recursos (como ampliar la cobertura de salud)?
La nueva Mexicana puede convertirse en un barril sin fondos y ponerle un alto será complicado. Mientras que una aerolínea privada tiene un final natural (deja de operar cuando quiebra), una del gobierno no tiene la misma disciplina. Siempre puede justificar sus pérdidas argumentando que está cumpliendo un bien social al proporcionar conectividad de bajo costo a la población. Pero esta no es una política ni eficiente ni progresista. Los principales beneficiados son los relativamente mejor acomodados, aquellos que pueden tomar un avión. ¿Realmente vale la pena subsidiarlos? Además, la competencia con otras aerolíneas privadas puede generar un problema al no competir en un piso parejo. La cede de la nueva Mexicana, por ejemplo, será el AIFA, el cual también le pertenece al Estado. ¿Existirá favoritismo? No me gusta mi predicción, pero puedo apostar que los contribuyentes acabaremos rescatando la nueva Mexicana.