Fue un aumento de apenas 3% en el precio del metro; sin embargo, la furia popular que desencadenó provocó las manifestaciones más nutridas —con más de un millón de chilenos en las calles— desde la caída de Pinochet, hace 30 años, y puso al gobierno en jaque.
Es evidente que el incremento marginal en el costo del transporte público (el cual, por cierto, ya fue eliminado por el gobierno) no fue lo que enfureció a los chilenos, sino que fue el detonador de una serie de agravios que se han acumulado por décadas. El malestar popular no es exclusivo de Chile. Ciudadanos de todo el mundo que por mucho tiempo permanecieron pasivos han alzado su voz recientemente para cuestionar el estatus quo y provocar cambios drásticos. Ahí están, entre otros, el ascenso de Trump en Estados Unidos, el brexit en Gran Bretaña y, por supuesto, el triunfo de López Obrador en México.
¿Qué hay detrás del enojo popular? Sin duda una multitud de factores. Pero arriba de la lista está un sentimiento de injusticia; de que los frutos que ha arrojado la generación de riqueza no han sido repartidos de manera equitativa. La enorme desigualdad que existe dentro de los países y la falta de movilidad social han alimentado la inconformidad.
En Chile, por ejemplo, las probabilidades de salir de la pobreza son muy bajas. Cuatro de cada 10 chilenos que nacen en un hogar muy pobre permanecen muy pobres de adultos. Es entendible su frustración tomando en cuenta lo determinante que es el origen en su potencial de salir adelante. Es preocupante que, como lo demuestran los estudios del CEEY, institución con la que colaboro, la movilidad social en México para los más pobres es aún peor.
Por otro lado, la desigualdad en la distribución del ingreso en Chile es enorme, lo que ha provocado resentimiento. Y aunque en México es menor, no estamos muy lejos.
Un problema adicional de fondo que compartimos con Chile y que ha contribuido a la ola de protestas en aquel país son las bajas pensiones. Ambos esquemas son similares, basados en cuentas individuales de ahorro para el retiro. Pero si las aportaciones obligatorias para el retiro en Chile son inadecuadas, imagínese en México que son 35% inferiores.
Pese a que los detonantes de un polvorín social en México similares a los de Chile, considero que la victoria de López Obrador sirvió de válvula de escape para desahogar muchas de las tensiones acumuladas. Pero esto no quita que puedan aflorar en cualquier momento y, como ocurrió en Chile, provoquen una reacción popular desestabilizadora.
Una evidente respuesta a los malestares de fondo es crear mayores oportunidades para toda la población. Por desgracia, muchos de los problemas están fuera del control de los gobiernos y dependen de fuerzas irreversibles como la tecnología y la globalización, las cuales generan enormes beneficios pero tienden a exacerbar la desigualdad.