Una etapa inobjetable de horribilidad vive Torreón.
Mediante una encuesta hecha con el apoyo de estudiantes universitarios, diez jóvenes encontraron que, a igual número de personas que abordaron, todas, por unanimidad, reprueban al alcalde Román Alberto Cepeda González.
Las entrevistas se realizaron esta semana, entre martes y jueves, a propósito de lo sucedido en el ejido Nuevo Mieleras en que un egresado de ingeniería (Rolando Medina) por el Tec Laguna, fue asesinado por un elemento del llamado Grupo de Reacción (contra) Torreón.
Mujeres y hombres, mitad universitarios y mitad gente de la calle, opinaron que el alcalde está rebasado por los problemas en la ciudad y en el municipio, que está agobiado, y agregaron que su evidente enfermedad también lo impacta.
En resumen, y tengo por escrito lo que expongo, consideran que desde el trienio pasado, Román cumple a medias su papel al frente de la Presidencia Municipal y, peor aún, creen que su administración es la más corrupta en los últimos años.
No dejaron de contestar que el alcalde se rodeó de un equipo de colaboradores mediocre, de dudosa fama y formación, por lo que ahí fincan lo que acontece, pues no hay un trabajo sólido, profesional, ni ético ni sensible, con las excepciones de rigor.
En la andanada de palabras que el presidente expresó en rueda de prensa en la Dirección de Seguridad Pública Municipal (tácito respaldo a su director y subalternos), reveló, de paso, su agobio, su nerviosismo, su desgaste físico y mental y político.
Un hombre como él, que aspira a ser gobernador de Coahuila, no puede hablar como lo hizo, ofender a la población, repetirse como el bravucón que es, pelearse con quien difiere y lo critica, con quien señala errores de su gobierno y sus colaboradores.
Ese lenguaje es de alguien enojado con la vida, déspota, soberbio, alterado por la necia realidad, es arrogante y lastima a todos. ¿Cómo es que llegó al cargo siendo como es?
Queda manifiesto que su formación personal carece de valores, no es solidario con sus desiguales sociales, no se aprecia su temple político.
Recurrir a la fuerza pública con policías uniformados y “de civil” denota rudeza, y pequeñez y lo resiente la gente, lo han padecido reporteras –que no reporteros, de entre quienes solo lo adulan y defienden por conveniencia monetaria-, autoridades universitarias, incluso militantes de su partido (PRI) y el diputado local por Morena, Antonio Attolini Murra, la única voz que se levanta en Torreón y en Coahuila.
¿Qué piensan rectores, rectoras, autoridades académicas, dirigentes religiosos, creadores, intelectuales? ¿Por qué dejan sola a la comunidad relegada de siempre? ¿Qué valoración hace del momento de Torreón y del alcalde? ¿Y el PRI? ¿Y el PAN?
¿Y la iniciativa privada? ¿Y las cámaras y organismos empresariales? ¿Y el sindicato de trabajadores municipales que sigue aprovechándose del mercenarismo político? ¿No hay empatía con la raza de Nuevo Mieleras y las cada vez más depauperadas colonias populares y de las orillas de la ciudad?
Difícil el tiempo de la ciudad, y más complicado para la sociedad. Pero más lastimoso es ver y saber que el quietismo y silencio social se ha adueñado de Torreón, de la opinión pública, que el otrora fuerte y combativo espíritu lagunero languidece y que nadie protesta contra el alcalde, contra el cabildo, contra el abandono de la ciudad, contra lo deplorable de amplios sectores de la ciudad, contra la falta de agua, contra los abusos de las y los agentes de Vialidad, contra la Policía Municipal, contra la demagogia, contra la mentira, contra la corrupción, contra el proceder del club de amigos y amigas en que está convertida la Presidencia Municipal y sus innumerables dependencias.
Al alcalde le urgen asesoría y terapias, talleres de superación humanista, de filosofía, de arte, de humildad, de serenidad, de fraternidad y solidaridad social real.
Él solito cava su tumba política. Él solito invitó a innombrables colaboradores. Él solito se enreda en sus locuciones.
Él sabe que los rumores sobre su enfermedad partieron de entre sus cercanos, que los nombres de quienes se especuló podrían reemplazarlo salieron desde el priísmo.
Él sabe que la mentada de madre que aventó, y su lenguaje procaz y desvergonzado, no sólo es indecente sino que raya en un alto nivel de cinismo. Su estatura lo empequeñeció.
¿Así se dirige al pueblo que lo “eligió” Presidente Municipal? Qué pena.
Lo bueno es que, de los casi 118 años de historia de la ciudad, su administración, este 2025, apenas representa un 3.39 por ciento del total.
