Política

Córdoba y Torreón

  • Columna de Juan Noé Fernández Andrade
  • Córdoba y Torreón
  • Juan Noé Fernández Andrade

Vine a Córdoba (Veracruz) a visitar a parte de mi numerosa familia. La temporada decembrina es propicia para reencontrarse con un pasado que siempre está presente. 

Justo este mes cumplo 42 años de haber llegado a Torreón, una ciudad que, con su gente, me acogió de acuerdo a lo que fue y ha sido posible. 

La he sabido pasar bien en la llamada Perla de la Laguna, y estoy por demás agradecido con todo lo vivido en la región. 

En realidad, acudí a la Laguna en enero de 1983 para estar unos días con mis padres y hermanos, lo quise hacer antes de reintegrarme a mis labores en el periódico capitalino El Financiero. 

Había estado en España estudiando periodismo y política.

Esas vacaciones escribí en casa de mis padres, en la colonia Valle Dorado, un texto sobre mi experiencia estudiantil en Madrid. 

El escrito le gustó mucho a Velia Margarita Guerrero, directora entonces de La Opinión (hoy Notivox Laguna), y me invitó. 

En síntesis, sumo 42 años y contando en Torreón, siempre en el periodismo, y gracias a mi trabajo en este oficio profesión, invitado también a cumplir otras tareas y compromisos académicos y culturales. 

Una bendición, como me lo anticipó mi abuelita Ana desde chiquillo: “tú estás bendito”, me dijo llamándome por mi sobrenombre.

Total, estoy ahora en mi Córdoba, la también conocida como Ciudad de los 30 Caballeros, en homenaje a sus fundadores.

Córdoba es mi raíz, aquí hice mis primeras incursiones en el periodismo. 

En 1976 publiqué algunas cosas en una revista que circulaba en la preparatoria Hispano Mexicana, donde realicé el bachillerato, e hice lo propio en el periódico El Mundo (desaparecido hace dos años, aunque se mantiene “en línea”). 

Pero Córdoba es el lugar de mis ancestros, de viejas y profundas raíces, de mi bisabuela Justina, de mis abuelos maternos, de mis tíos y primos. 

Córdoba es donde mi madre y mi padre se conocieron y casaron, donde nacimos sus nueve hijos (soy el ‘no hay quinto malo’), donde fui niño, y adolescente y joven, donde tuve mil primeras experiencias de vida, de regocijo, de inolvidables juegos, de muchísimos amiguitos y amiguitas, de mi jardín de niños, de mi primaria, de dos años de los tres de secundaria, pues el primero lo cursé en Torreón y fui afortunado fundador de la Secundaria Federal Número 3 (allá por Abastos) (luego les contaré mis aventuras en ese plantel). 

En Córdoba, el primer amor, la primera serenata a la primera novia. La primera cerveza, la primera desvelada, la primera vez de la intimidad desconocida y un despertar sosegado en ese tema.

La primera incursión política, supe de un primer partido político que me llenó el ojo y mi corazón, ahí los primeros cuates que cargaban en las bolsas de sus pantalones y camisas mucha ideología de izquierda. 

La primera experiencia dura en este campo –que narraré en la fecha más adecuada para que mis lectores la conozcan, fue algo muy muy aleccionador-. Mis primeros maestros de verdad maestros.

De Córdoba salí en 1978 a la Ciudad de México para estudiar periodismo. 

Venía cada que podía, y lo hice innumerables veces de aventón. Mi tía Tere me apoyaba para que regresar al entonces Distrito Federal en ADO esos domingos. 

A Córdoba nunca pude abandonarla. Los recuerdos están presentes. 

Mi formación escolar inicial aquí se forjó, y siempre siempre siempre se fortaleció en mi casa. 

Mis padres, Ana María e Hiram Alberto fueron y siguen siendo mis guías, mis mentores, mis amigos, mis consejeros, quienes me enseñaron a hacer frente a la vida, frente a los problemas, a superar los obstáculos, las barreras, a respetar a niños, niñas, adultos, a las mujeres, a los hombres de todas las condiciones sociales y de la religión que profesaran. 

Fui un niño libre, feliz, bien encarrilado, creo. Me dieron la vida, me dieron lo que mejor pudieron darme que fue amar mi origen. Córdoba es mi historia. 

La vida me obsequió que en agosto de 2022 me publicaran un libro sobre el bicentenario de la firma de Los Tratados de Córdoba, para lo cual fui buscado allá en Torreón.

A Córdoba vengo todos los días, muy temprano al despertar en mi cama en Torreón. 

Voy y toco las puertas de mis amiguitos de infancia: Horacio, Luis, Nacho, el Pelón, Bin, el Cuilmas, el Piojo, Lito, Carlitos, Ismael, la Gaviota, Horacio, el Mono, Ramiro, Efrén, el Nego Alacio, Memo, Batres, el Turco, Luis Carlos, el Caras, Pancho Chocomil, el Batos, Baraquiel, Rufino, el Muégano… No abren la puerta, no están. 

Se fueron de Córdoba. Pero yo los sigo buscando.

Ahora, aquí, recorro las calles, limpias calles y avenidas. Vuelvo a escuchar la marimba, los jaraneros, veo a los jóvenes bailarines de zapateado jarocho, por las fechas, anda La Rama, el Viejito. 

Y me siento en casa. 

No sé si he estado fuera, pero estoy muy contento, feliz.

El clima, el café, el aroma guirnaldas, la lluvia, la neblina, el fresco, las nubes, lo nublado, el sol tenue, el Pico de Orizaba allá, donde siempre, imponente, legendario.

Desde aquí, pues, deseo lo mejor a todos, a Torreón, a Córdoba. A mi pasado presente. ¡Feliz año 2025!

Google news logo
Síguenos en
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.