Entiendo que el cantante italiano, Andrea Bocelli, es un artista de indiscutible clase mundial.
La inmensa mayoría de sus presentaciones y conciertos, principalmente en Europa, han sido y son en lugares casi siempre exclusivos, exquisitos, para un público que cubre el costo de las entradas y disfruta de su voz lírica, de tenor, de su personalidad.
Yo me he tenido que conformar, plácido, con verlo y escucharlo en videos ya grabados-, y sí, son un deleite, conmueven.
Cuando leí la nota de prensa de que estará en Torreón el miércoles 22 de febrero, en el Club Campestre de la ciudad, rápido busqué la información sobre los precios de los boletos.
El económico (de alguna manera hay que decirlo) cuesta 2 mil 118 pesos y el más caro 11 mil 447, incluidos los impuestos de rigor.
Recordé, entonces, cuando el gobierno de Coahuila presentó el jueves 4 de abril de 2019, en la Plaza Mayor, a Plácido Domingo, ya conocido y vinculado estrechamente a nuestro país, al que ha favorecido en distintas causas sociales.
Esa ocasión, las autoridades obsequiaron –se dijo- seis mil lugares gratuitos y cobraron en la llamada zona VIP, que no es otra cosa, traducido al castellano, sino un acrónimo del inglés que significa “persona muy importante”, Very Import Person, VIP), ¡dos mil pesos! Hay diferencia entre ambos conciertos.
Aquella oportunidad fueron el gobierno estatal y el DIF las instancias que trajeron a Plácido Domingo, difundiendo que su taquilla generaría ganancias y beneficiaría a programas comunitarios.
No se supo nada al respecto, aunque se rumoró que más bien hubo pérdidas o dinero no recuperado.
Bienvenido Bocelli, su presencia hará que Torreón aparezca en la marquesina mundial, y seguro que muchos de sus seguidores nacionales y extranjeros arribarán a la ciudad dando paso a una derrama económica.
Un concierto que hará las delicias en una noche memorable. De acuerdo.
Sin afán de molestar ni de descalificar, pregunto: ¿cuántos laguneros, estudiantes, jóvenes cantantes, artistas talentosos, tendrán oportunidad de pagar esos boletos y escuchar al famoso cantante toscano y enriquecer sus inquietudes?
¿El aforo de cuatro mil asistentes al Campestre Torreón en “Bajo las estrellas del desierto” quiénes lo conformarán?
¿O la raza apenas está destinada a ir al lecho seco del río Nazas a escuchar, bailar, sudar y ensuciarse los zapatos con Julión Álvarez en el Festival “Como La Laguna Ninguna”?
Por eso me dice un joven: “Y Julión Álvarez para el pueblo, la división de la cultura popular vs las ‘bellas artes’.
Pongo comillas porque Bocelli en ocasiones canta pop, a fin de cuentas es la cultura eurocéntrica, los empresarios y su gusto chic”. Se vale opinar, le digo.
Algo habrá que hacer, pensar, diseñar, planear y llevar adelante, sin exclusiones, en materia de política cultural, no solo en Torreón ni en la zona conurbada, sino en la Laguna entera, para poder decir que somos una región inigualable.
Y la cultura, sin duda, es la mejor herramienta de cambio sostenible de la sociedad.
¿O definitivamente somos una sociedad de sociedades?
¿Por qué no pedirle a Bocelli, que ha puesto ejemplos de su sensibilidad y solidaridad en otras latitudes, una reunión con jóvenes cantantes de la ciudad y región? ¿Se negaría?