“…vuelvo al suelo mi mirada/ y la escoba se detiene. /De la alcantarilla asoma/una pequeña flor blanca, […] Siento cómo sus raíces/se ahondaron en lo umbrío/y cómo creció su tallo/esquivando los peligros…”, palabras del poeta Ricardo Sanz que rinden un homenaje poético a quienes trabajan como barrenderos (as) en nuestro país.
Hoy viernes 8 de agosto (ayer), fue el Día del Barrendero” en México.
En el poemario de su autoría, “La mirada del barrendero”, Sanz vivifica un oficio –como muchos otro que existen y de los cuales viven miles de familias en México- y nos planta que:
“Ese instante que es único, / irrepetible y perfecto, bello fractal de lo eterno/que habitamos sin saberlo./Es el simple escobazo,/que está repleto de encanto,/el milagro cotidiano/que me salva del espanto.
Es el latido del silencio/en el centro del vacío,/pues la materia es polvo/y la memoria, olvido”.
Sirvan, pues, sus palabras y las mías, para agradecer a mujeres y hombres que mucho aportan a sostener el entorno urbano, la imagen y al buen nombre de ciudades donde, en medio de la desordenada pujanza citadina, muy poco valoramos el esfuerzo que despliegan en largas, cansadas, asoleadas, criticadas jornadas de trabajo.
Se estima que en el país son alrededor de un millón de barrenderos y trabajadores del área de limpieza.
Torreón, en los últimos años, ni cómo negarlo, presenta una cara sucia, un rostro desvelado, para llorar, y que es resultado de la falta de respeto que le tiene su gente –con las excepciones de rigor-.
Por todos lados se observan montones de papeles, cartón, bolsas de plástico, popotes, colillas de cigarros, chicles, cartón, pañales, aún cubrebocas, envases de todo tipo, comida, líquidos malolientes, mendrugos de pan, gorditas, burritos y lonches mordisqueados, cáscaras de frutas, hojas secas, ramas recién cortada, tiradas, pedazos de troncos, fierros, llantas, material de construcción inservible, y un largo etcétera que la afean, la tienen en un notorio grado de horribilidad.
Los contrastes inevitables.
Por eso, porque nosotros somos culpables de esta situación es que las y los barrenderos deben ser aplaudidos, reconocidos y no ninguneados.
Según información, los trabajadores de la empresa Promotora Ambiental (PASA), encargados de barrer a lo largo y ancho del municipio, y aquellos que levantan las bolsas para depositarlas en los camiones recolectores de residuos (comúnmente le llamamos basura), caminan y trotan hasta 18 kilómetros por día.
Todo ese equipo humano de PASA recibe las prestaciones de ley, me platica un barrenderito, más sus calzado y uniformes.
Hay quienes son promovidos dentro de la empresa como consecuencia de su responsabilidad y deseo de superación.
Mucha gente de este dedicada a este oficio se ha ganado el aprecio de amas de casa, pero más de niños y niñas que ven lo que hacen.
De parte del municipio, en una lógica ilógica, armaron desde hace años un grupo al que denominan “La Ola” –el color es lo de menos- y que barren determinadas zonas de la ciudad.
Su trabajo, claro, hace falta.
El detalle es, y tengo pruebas, que luego de contratar a equis número de personas, les otorgan una tarjeta bancaria (Santander) en la cual les depositan por quincena un sueldo preestablecido; pero no, les pagan menos.
En el Edificio Monterrey operan esa acción.
Hay innumerables “aviadores” o, más bien, empleados fantasmas.
No algo, sino mucho debe corregirse en Torreón. La próxima convocatoria para licitar el contrato del servicio de limpieza (recolección de residuos, barrido, depósito final)… bien podría ser un parteaguas en el presente y futuro de la ciudad.
Se necesita, primero, una convocatoria transparente, de avanzada, innovadora, capaz de multiplicar el servicio de acuerdo a estimaciones reales de un crecimiento ordenado de la ciudad, del número de habitantes, de sus necesidades crecientes a toda hora.
Y, segundo, un contrato en el que, además de la tecnología exigida, se puntualice el respeto a los derechos humanos de las y los barrenderos, son personas con familias y deseo de superación y bienestar como cualquier otro trabajador (a).
Por ahora, y como un aprecio a su labor, deseo que las más de 16 mil toneladas de desechos que recogen cada mes, signifique un trabajo imprescindible en Torreón y que llevan a cabo mujeres y hombres con escobas, palas y sus carritos y camiones en las ya casi 500 colonias que atienden día a día.
Y, con orgullo y respeto a ellas y ellos, digan lo que Cantinflas expresó en su película “El barrendero” (1981): “soy ingeniero en asepsia”.