El lunes 10 de septiembre de 1973 fue el primer día de actividades de una escuela que marcaría mi vida. Poquito antes de las 8 de la mañana llegué acompañado de mi señora madre.
Pantalón en color caqui y camisa blanca. Una corbata en azul marino completaba el uniforme exigido, ¡ah! y zapatos negros. Mamá y yo íbamos desde la Privada 29 entre Matamoros y Allende, primer domicilio –modestísimo- que mi padre rentó en Torreón tras llegar de Córdoba (Veracruz) meses antes.
Iniciaba yo mi instrucción secundaria. No conocía a nadie. Quedé asignado al grupo B. ¡Qué diferente era la escuela y el paisaje a mi escuela primaria cordobesa! Aquí, y lo supe desde entonces, el sol se derretía.
Había que recorrer y hundirse en una capa de polvo en un trayecto de alrededor de 500 metros a partir de Diagonal Reforma y hasta la puerta. Creo que por vez primera me quedé mudo, triste, nostálgico de mi terruño, mi clima, las lluvias, la exagerada y exuberante vegetación, mis amigos de infancia, mi abuela, mis tíos, mis primos, la comida, el pan, el café negro, mi Colonia Federal, las lomitas, el río. Aquí tuve que estar. Empecé.
Fui jefe de grupo y de la sociedad de alumnos. Conseguimos parte de la banda de guerra y que pavimentaran un tramo de esa tristísima calle. El alcalde era José Solís Amaro. Nos hicimos amigos, y hasta la fecha –tras una pausa de años en que me fui-: Joel, Eugenia, Rita, Noemí, Sergio, Josefina, Carmen, Blanca…
Ahí, en esa escuela, en el único año que cursé, supe de los talleres de carpintería, dibujo técnico, cocina, soldadura. Opté por taquimecanografía. Ya me latía. Arturo Sandoval Ceniceros, profe de inglés, organizó un Club de Periodismo –él escribía en El Siglo de Torreón-. Y pues nada, ese tallercito detonó mi interés, pasión y amor por el periodismo. Nada ni nadie me hizo pensar en otra actividad para mi vida.
Muchas historias viví en la Escuela Secundaria Federal número 3 “Moisés Sáenz Garza” que está celebrando su 45 aniversario.
