Me toca, mediante este artículo, la complicadísima tarea de explicar por qué sí creo que debemos tener y aceptar un segundo gasolinazo en febrero y probablemente un tercero. Resulta que hace seis años las finanzas públicas de México eran sanas, ya que la deuda ascendía a 29 por ciento del producto interno bruto, las reservas internacionales estaban por arriba de 190 mil millones de dólares, la inflación era estable —en niveles de 3 por ciento— y el contexto global era mucho más amigable que el actual. Simplemente, en el tema de las tasas de interés no había razones, en el mediano y el largo plazos, para pensar en subirlas, ya que en EU estaban en 0.25 por ciento y en México en 3 por ciento. Los precios internacionales del petróleo rebasaban los 100 dólares por barril, la extracción diaria de crudo en México superaba los 2 millones 200 mil barriles y el presidente de nuestro país vecino era amigo de México; hoy las tasas de interés van rápido para arriba, en EU ya están en 0.75 por ciento y en nuestro país en 5.75 por ciento, los precios internacionales del petróleo con trabajo alcanzan los 50 dólares y la extracción diaria de crudo en México se encuentra por debajo de los 2 millones de barriles.
Por último, el presidente de EU, por razones personales, nos odia y nos quiere hacer daño al aprovecharse de su poder, y desde luego de sus tácticas de bajo mundo, que como empresario él cree que le han funcionado.
Dicho lo anterior, seguimos con una pésima estructura fiscal, en la que muy pocos pagamos mucho y muchos, que son parte de la economía ilegal e informal, no pagan nada; el manejo irresponsable de las finanzas públicas en los últimos seis años (entiéndase por irresponsable que no nos apretamos el cinturón a tiempo), nos coloca en un momento comprometedor y delicado, en el que la deuda total ya asciende a 50 por ciento del producto interno bruto, y donde el principal cliente del SAT, que es Pemex, no puede seguir aportando como lo hacía.
Como nadie se atreve a concretar una verdadera reforma fiscal integral, que grave el consumo —medicinas y alimentos— se han optado por recaudar mediante el impuesto a los combustibles; desafortunadamente, si no se hacen esos incrementos la situación financiera del país se puede deteriorar aún más rápidamente, y con ello perder el grado de inversión que actualmente tenemos y que traería consecuencias catastróficas imprevisibles.
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