La semana pasada, el secretario de Hacienda presentó el paquete económico para 2022. En términos generales, podemos hablar de un paquete sin sorpresas; la buena noticia es que prevalece el orden y la disciplina fiscal, y con ello las finanzas públicas sanas.
Analizando el paquete a detalle, se puede identificar lo siguiente: las cifras de crecimiento económico previstas son optimistas (siempre lo son, es algo normal en este tipo de proyecciones). La cifra para el PIB de 2021 es de 6.3% contra 6% del consenso, y en 2022 es más optimista, pues supone 4.1% vs. 2.9% del consenso. El crecimiento es, sin duda, la variable más importante —y lo es porque en esta tasa se basa la proyección de los ingresos fiscales y de ahí su asignación. Esa es la parte que me parece optimista.
En la parte realista se supone un ligero incremento en el déficit, pero que no me preocupa y me hace suponer que, de cumplirse, se puede mantener el grado de inversión. También, como siempre, el promedio utilizado en el precio de la mezcla mexicana de crudo es optimista, aunque se prevé una ligera caída en la producción. Salvo pequeños detalles, se propone un alza en la recaudación y sin grandes cambios, solo pequeñas modificaciones.
La inflación en agosto se moderó un poco y supongo que en septiembre, como es costumbre por la vuelta a clases, puede presionarse de nuevo. Esto me hace suponer que en la reunión del 30 de este mes, Banco de México volverá a subir la tasa 0.25% para llevarla a 4.75%. Agosto también fue importante en materia de empleos formales: destacó la creación de muchas plazas que nos acercan poco a poco a los niveles prepandemia. Acuérdense que el empleo formal y los registros en el IMSS son menores frente a la creación de empleos informales.
En el mundo y los mercados internacionales la semana pasada fue negativa por tres razones: a) las preocupaciones por la variante delta y posibles consecuencias económicas, b) las presiones inflacionarias que, con la llegada de huracanes, han empujado de nuevo a los precios del crudo y c) la retirada de estímulos monetarios. En este último punto hay varias cosas importantes. La primera es que los beneficios por desempleo se deben bajar y que la impresión de dinero —sobre todo en Europa y EU— también comenzarán a disminuir. La semana pasada Christine Lagarde aseguró que empezarán en el último trimestre de este año, y aunque no precisó las cifras, aseguró que es una realidad necesaria; en ese mismo sentido se pronunció la Fed, pero todavía no precisa los tiempos.
Por desgracia, la administración de Biden, en concreto un grupo de legisladores demócratas, se vuelve a quedar corta en cuanto a las proyecciones de recaudación para el ambicioso plan de infraestructura. ¿Recuerdan que Trump bajó las tasas impositivas al principio de su administración? En el caso de las ganancias de capital las bajó desde 30% o más hasta un rango de 15 o 20%, según los ingresos, y la tasa corporativa la bajó desde 30 hasta 21%. Pues los legisladores demócratas proponen subir la primera a 25% y la segunda a 26.5%, cifras que se quedan cortas ante la necesidad de recaudar lo necesario para las ambiciones trillonarias de infraestructura.
El dólar se vuelve a debilitar e iniciamos la semana con un tipo de cambio por debajo de 19.90 pesos que, como he comentado, me parece adecuado para construir portafolios de inversión.
Juan S. Musi Amione
@juansmusi