Algarabía de posadas, festividad de Navidad, ilusión de Reyes Magos, vivencias desde tierna edad. Indeleble en la memoria estampas de montar nacimiento en el que se me permite colocar borregos, pedir posada, pegar a la piñata; villancicos, luces, olores y sabores y, sobre todo, la esperanza de escribir cartas a Melchor, Gaspar y Baltazar.
Un día pedí un hermanito ¡y me lo trajeron! Tradiciones retransmitidas con gozo a mis hijos. Cuando vivíamos en Madrid mis hijos (de 9, 8 y 6 años) alegaron con certeza humana entre incrédulos compañeros del colegio la existencia de los Magos de Oriente: los veían en Irapuato cada Cabalgata del 5 de enero y una madrugada del 6, imborrable, constataron los mismos tres de la cabalgata, deslumbrantes, estaban dentro de casa frente a nacimiento donde adoraban al Niño; y a Pablo le trajeron un labrador.
Solsticio, época de hibernación para ir dentro de nosotros mismos y replantearnos una vez más el cuestionario fundamental: Quién soy, de dónde vengo, a dónde voy. Si hubiese un momento de nada universal, no existiría hoy nada; de la nada no sale nada; si algo existe hoy es porque algo ha existido siempre: lo absoluto. La existencia de Dios nunca ha sido puesta en tela de juicio por los grandes pensadores, aún ateos quienes afirman el universo es infinito, eterno, ilimitado, absoluto.
La cuestión no es si Dios existe, sino cómo hay que pensarlo. Heredad de nuestros padres son pruebas de la existencia de Dios fundadas en la experiencia de comprobar en el mundo un hacerse constante: Todo lo que es se hace: una manzana verde se hace amarilla, por una fuerza creadora que explican las leyes de la naturaleza que determinan sea amarilla y no azul; ¿por qué la evolución del mundo sigue este camino y no otro?
El mundo solo podría fundarse a sí mismo en caso de que fuera él mismo lo absoluto. Dios es absolutamente distinto de todo lo real porque tiene que ser real y al mismo tiempo tener notas de lo ideal: necesario, eterno, supratemporal y supraespacial y, sin embargo, más individual que ningún otro ser, totalmente concluso en sí mismo, perfecto. Y con las cualidades que hallamos en formas superiores del ser: espiritualidad y personalidad. Dios no es un ser más: su ser como su obrar se sitúan por encima de lo creado.
Es otro ser y otro obrar, concluye la filosofía. Luego la religión de los cristianos complementa que lo infinito, lo necesario, espíritu puro, es el mismo Dios que el Padre amoroso y Redentor. El filósofo mira a Dios como explicación racional del mundo; el cristiano acepta su explicación de Dios pero lo hace más pleno y vivo: Quien tanto amó su creación y especialmente por quienes creó a su imagen y semejanza -en inteligencia y voluntad, su espiritualidad, su personalidad- se hizo carne en María. Esto es lo que se nos pega la gana creer en el misterio de la Encarnación, la del Verbo hecho carne, ayer un niño, y que da sentido profundo a ese cuestionario fundamental.
Falleció mi padre jueves pasado. Al escribir oración fúnebre mi hija menor deletreó recordara la magia de los tres reyes. Esa noche, sus nietos recorrieron su taller y ella compartió que mucho tiempo lo pensó en secreto como el rey Baltazar que allí hacía juguetes. Emociones navideñas vinculadas a alegría, tranquilidad, seguridad, descanso, reflexión, balance, saldos, perdón, paz. ¡Feliz Navidad!
Evocaciones y emociones navideñas
- Instinto de conservación
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Juan Miguel Alcántara Soria
Ciudad de México /