El cambio en el calendario de la Era Cristiana (DC) a 2022es ocasión de prever y planear. Personas e instituciones hacemos previsiones, planeamos y evaluamos acciones y resultados, con alguna periodicidad; hacerlo hoy parece desalentador. El acto de prever lo que ocurrirá en un futuro más o menos próximo lo realizamos con la inteligencia; no es un acto de adivinación ni producto de un impulso instintivo. Algunos animales se anticipan a ciertos acontecimientos (acumulan alimentos antes del invierno), pero esto no es auténtica previsión; ésta es obra de la razón: “Es un saber anticipado, un saber fundado en el orden causal de ciertos hechos que pueden o deben ocurrir. La previsión es un saber anticipado que exige un por qué o un para qué” (Isaac Guzmán V. “La Ciencia de la Administración”). Todos tenemos proyectos en el orden del ser, del saber, y del tener; y algunos en el del poder. Proyectos que suponen la previsión –acto de la mente- y la planeación –manifestación externa de la propia previsión-. La previsión se concreta en planes: de vida, de familia, de negocios, de diversión, etc. Y todo plan supone un acto de adhesión al mismo, el compromiso de su cumplimiento, una vez decidido entre diversas posibilidades o alternativas de fines a alcanzar, o de medios a emplear. Esta elección equivale a un acto íntimo que las personas podemos realizar en lo profundo de nuestro ser: decidir. Y decidir es ejercer lo más propio nuestro, la libertad. Hacer planes revela la persona humana, como ser inteligente, libre y responsable. Vivir es decidir, decidir lo que vamos a hacer, a ser, a saber, o a tener. La vida humana es proyecto vital, una lucha o constante quehacer; no se nos da acabada. Tenemos que hacerla cada uno, todo el tiempo. La persona que no tiene un plan de vida no vive como persona, acaso como hormiga, como cigarra, o peor aún, como parásito.
Y al prever los posibles cursos en los acontecimientos futuros necesitamos conocer nuestra circunstancia; influye sobre la ruta que queremos seguir, facilitándola u obstaculizándola. Con nuestros actos podemos modificar en mayor o menor medida esa circunstancia alrededor. “La circunstancia, el aquí y el ahora dentro de los cuales estamos inexorablemente inscritos y prisioneros, no nos impone en cada instante una única acción o hacer, sino varios posibles y nos deja cruelmente entregados a nuestra iniciativa e inspiración; por tanto, a nuestra responsabilidad” (Ortega y Gasset). No tomar en cuenta nuestra circunstancia, hoy adversa, equivale a hacer más que planes, fantasías, proyectos quiméricos; ilusiones que después nos dejarán el ánimo colmado de rencor y amargura, como evidencia el presidente, cada día más enojado.
El ánimo del país nos exhibe divididos, más allá de clases sociales, sexos o edades; con puentes y caminos destrozados, incomunicados entre nosotros. Muros artificiales elevados por un resentido, aparte de opulencias y miserias. Con tanto rencor es harto complicado prever y planear por y con mexicanos. La vida mexicana es vida participada, convivencia, vivir con: Somos seres sociales por naturaleza. Pero nuestra circunstancia actual dificulta u obstaculiza lograr los propósitos, ideales, metas que nos queramos proponer, por esa crispación sembrada desde la cúspide del poder, más mentiras, enfermedad, desempleo, violencias, carestía, destrucción. Carecemos de un líder o profesional con prudencia en la conducción del país; Amlo no sabe guiar, enseñar, aconsejar ni servir a todos. Incapaz de prever los efectos nocivos de sus actos, como de comprender el mundo circundante. Debía ver, conocer, medir, apreciar la realidad, y actuar congruentemente. Esta exigencia riñe con la vanidad o falsedad de quien sólo quiere verse a sí mismo en la historia; sin tomar en cuenta toda la complejidad del medio circundante, para no fracasar y no hacer fracasar a los demás, como está haciendo.
Decidámonos por un México más libre, justo y democrático, en circunstancias harto adversas, lasque no nos imponen una única acción. En libertad pensemos y luchemos por lo mejor. Bendiciones en 2022.
Juan Miguel Alcántara