Por un operativo mal planeado y peor ejecutado para capturar al hijo de “el Chapo” Guzmán, Ovidio, el jueves pasado en Culiacán, se arriesgó la vida de miles de sinaloenses y expuso ante el mundo debilidades del gobierno y de nuestro estado de derecho. Implicó asesinatos y heridos, liberación de 51 presos –homicidas y secuestradores-, retención de militares y sus familias, bloqueo de carreteras y aeropuerto, quema de vehículos, terror; y un gobierno humillado que cedió a delincuentes el ejercicio de la fuerza que el Estado debe monopolizar. Causado mal mayor, el gobierno no podía causar otro mal más, y lo liberó. 1ª miseria: ineptitud del gabinete de seguridad para planear y ejecutar con inteligencia una operación en lo estratégico, operativo y táctico -como se hizo al capturar y recapturar a su padre-. Absoluto desastre. Alfonso Durazo es un chambista, improvisado en asuntos de seguridad (mintió primero con versión de patrullaje cotidiano, ocultando orden de captura, y ha seguido contradiciéndose); Audomaro Martínez, director del Centro Nacional de Inteligencia, ausente y no genera datos para el presidente; y el secretario de la Defensa Nacional –militares exhaustos luego de tanta sobrecarga de tareas inusitadas e inconstitucionales que les ha impuesto el presidente-, reconoce “precipitación”. Los soldados con uniforme de Guardia Nacional no tienen en los hechos a Durazo, como su superior. Esquizofrenias entre mandos militar y civil exhibidas: militares reclaman de civiles solo decisión política y carácter, y no meterse en la operación (su lealtad institucional es digna).
2ª Carencia: de inteligencia para reconocer que en Culiacán, Navolato y Badiraguato existe la más añosa base social criminal del narcotráfico en México, que responderá al llamado de defensa de “patrones” mejor armados y más admirados. 3ª Debilidad: indisposición de López Obrador a intervenciones quirúrgicas precisas, va solo a hachazos -como en adquisiciones de salud o ante estancias infantiles- porque trae prisa. 4ª Débil estado de derecho del país y se siguen desmantelando contrapesos del poder. 5ª Errática política de seguridad basada en la estupidez de considerar que los delincuentes se van a arrepentir por sus prédicas y bastarán regaños de madrecitas y abuelas. Ridícula. 6ª Exposición a ciudadanía en cualquier parte a réplicas de más terror de desafiantes criminales por ineptitud gubernamental 7ª Estupefacción dentro y fuera por demostración de poderío criminal vencedor; y ante el gobierno de Trump-solicitante de esa extradición-, traerá nuevas humillaciones.
El presidente insiste que liberó para evitar más muertes, no aceptando que primer riesgo letal lo causaron sus mandos por ineptitud, y antes por errática política de seguridad. Causa de la causa es causa de lo causado. La renuncia del gabinete de seguridad es obligada si se tienen honor y reflejos, pero el Presidente López y buena parte de su equipo están decrépitos, muy ancianos para saber responder. El presidente debe dejar atrás su necedad y maniqueísmo, y expresar voluntad de cambiar para no fracasar totalmente (éste será el año de más homicidios dolosos en la historia del país), dejando de conducir viendo retrovisor, de mentir y de dividir y polarizar.
La familia del Chapo sigue muy agradecida: el presidente ofreció gestionarle visa a su madre y hermanas para que visitaran a aquel, visitó Badiraguato el 14 de febrero -día del amor-, para predicarles abrazos, celebró propuesta del Chapo sobre destino de sus bienes decomisados; ahora liberó a Ovidio ¿y a Iván? Gobierno incumple la Constitución mexicana y se sometió a la fuerza del cartel de Sinaloa. El hijo de Maquío Clouthier escribió el mismo día en twitter ahí en Culiacán: “Hoy los narcos en Sinaloa están de fiesta, agarraron de los huevos al presidente, lo midieron!”. Lo que sigue: recapturar a Ovidio y reos fugados y no impunidad; no hay opción para recuperar sentido del honor.