Política

El capitalismo y su problema existencial parte VIII

  • Columna de Juan María Naveja Diebold
  • El capitalismo y su problema existencial parte VIII
  • Juan María Naveja Diebold

Hemos hablado de las necesidades humanas en la actualidad, de la manipulación de sus sentidos, de cómo nos organizamos; todo bajo el lente de los motivadores que estimulan nuestra forma de vida, basado en el supuesto capitalista que las personas actuamos motivadas por maximizar nuestra utilidad interpretada en este caso como felicidad. Ahora discutamos un elemento esencial en cualquier teorema económico: el rol de la mano de obra.

Uno de los estandartes del movimiento humanista iniciado por el Renacimiento y catapultado por la Revolución Industrial es la evolución del trabajo, que ha pasado de ser un modo de subsistencia a un valor existencial. La mano de obra más básica en la clase obrera trabaja para sobrevivir, pero conforme la economía ha demandado trabajo más sofisticado, los trabajadores han cambiado a vivir para trabajar. Arar el campo es arduo y desgastante, pero ejecutar un trasplante de corazón es un desafío estimulante, más allá de los honorarios; al menos eso suponemos, porque son pocas las personas que desempeñan ambas actividades como para comparar resultados.

Los humanos estamos programados para sobrevivir y prosperar por lo que nuestras respuestas biológicas están atadas positivamente a comportamientos que le dan mejores posibilidades de subsistencia a la especie. En la naturaleza esto nos convirtió en el predador más peligroso del mundo, en la comodidad moderna nos puede hacer obesos y amenaza contra la igualdad entre géneros, razas y clases socioeconómicas. Sin embargo, es bastante obvio que la satisfacción de un trabajo exitoso nos deja un estímulo positivo potente.

En efecto, la evidencia sugiere que fuimos diseñados para trabajar. Cuánto, cómo, dónde y cuándo y en qué son preguntas cruciales para nuestra felicidad y no parece haber una respuesta clara. No sabemos si el campesino, suponiendo que subsiste económicamente, es más o menos feliz que el cirujano, ni por qué.

La economía primaria cuando era totalmente agrícola dejaba a la mayoría de la humanidad al servicio de pocos y no generaba suficientes recursos. La creación de productos elevó a muchos de los campesinos socioeconómicamente y generó más recursos para repartir. Ahora que dominan los servicios el estándar de vida humano es tan alto que ya cubrimos en entregas pasadas que su subsistencia se asume como garantizada. Incluso, gracias a la automatización, cada vez se necesita menos mano de obra y por primera vez vemos a la humanidad como consumidores antes que como productores; el capital produce, la mano de obra consume.

El cambio ha traído jornadas laborales más cómodas y un producto total mayor que dividir, aunque la división no sea equitativa. Al mismo tiempo vemos reclamos por los empleos manuales del pasado, hay un alza de estrés y ansiedad y no parece que la gente en ninguna profesión se sienta satisfecha.

¿No deberíamos estar más felices si el supuesto capitalista inicial fuera cierto? La solución más sencilla es que con estándares de vida más altos, nuestras expectativas también subieron.

Esperamos mucho más de un trabajo: queremos que nos de capital, satisfacción personal, seguridad, crecimiento, tiempo libre, reconocimiento. Desafortunadamente ajustar nuestras expectativas no es fácil y cada vez parece que son más altas. Nunca ha habido un momento más emocionante para ser cirujano, ingeniero, programador y quizás eso sea algo malo, porque esperamos demasiado de nuestra ocupación.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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