Política

Hillary en el laberinto

  • Autonomía relativa
  • Hillary en el laberinto
  • Juan Ignacio Zavala

A muchos no deja de sorprender que Hillary Clinton esté casi empatada en las encuestas con Trump. Hay que revisar las críticas a Hillary desde hace tiempo para poder entender la complejidad electoral que veremos en los meses siguientes y cómo afrontará ella esos momentos.

Las críticas a la candidata demócrata se centran es su frialdad. Clinton es una washingtoniana, una mujer de la élite poderosa (aquí le diría un clásico “de la mafia en el poder”), fría y distante. Hillary comunica poco sobre sus sentimientos, no trasmite emociones, es una política profesional que ha pasado a lo largo de su vida por puestos relevantes. En efecto, tal como dijo Obama, nadie está mejor preparado que Hillary para ser presidenta. Es una mujer altamente preparada y trabajadora pero, al parecer, ese es su problema.

El prestigiado columnista David Brooks se preguntaba en un perfil sobre ella en The New York Times (“Why Is Clinton Disliked?”) por qué era tan impopular la señora. Brooks hace una disección de la personalidad de la candidata. Se pregunta: “¿Qué hace Clinton para divertirse? Sabemos qué hace Obama —golf, basquet, etc.—. Sabemos, desafortunadamente, lo que le gusta a Trump para divertirse”. Pero de Clinton, dice Brooks, la gente solo responde en términos profesionales. Hillary tiene la impopularidad que tienen los whorkaholic y la gente “no confía en los —abunda— candidatos que no puede conocer”.

Por su parte Joe Scarborough (“Smile Hillary!”) dice que una mujer puede hacer historia, pero lo hará mejor con una sonrisa; que nada mejor contra el insomnio que ir a la web de Clinton y leer “política pública tras política pública” sin que convierta ninguna en un estúpido sound bite. En fin, en perfil que tome uno de Hillary aparece ese tipo de elementos (incluso en el de Rebecca Traister en New York Magazine, que es bastante benévolo con la candidata). Clinton es una mujer de trabajo y ahí pone una barrera, es una mujer a la que, dice Brooks, se le ve más como un rol que como a una persona. Claro, a todo esto hay que agregarle la dureza con que con toda normalidad se juzga a las mujeres (si el hombre es ambicioso, la mujer no tiene sentimientos con tal de llegar al puesto; si el hombre es alguien de poder, la mujer es una perra que pasa por encima de quien sea; si el hombre es un tipo que toma precauciones, la mujer es una maldita calculadora desalmada…).

En libro de hace algunos años, George Lakoff (No pienses en un elefante, ed. Complutense) abordaba la retórica republicana y el problema de los demócratas para lidiar con ella, pues era la época Bush. El republicano toma la forma del padre autoritario: “El mundo es un lugar peligroso, y siempre lo será, porque el mal está presente en él. Además, el mundo es difícil porque es competitivo. Siempre habrá ganadores y perdedores. Hay un bien absoluto y un mal absoluto”. Es precisamente el fondo de una parte de la argumentación de Trump: yo los defenderé de los malos de afuera, el mal son los demás. Lakoff dice: “La gente no vota necesariamente por sus intereses. Votan por su identidad. Votan por sus valores. Votan por aquellos con quienes se identifican”. En este sentido es más fácil encontrarse gente con algún rencor que a un workaholic.

No es un escenario fácil para Hillary, pero tampoco lo será para Trump, que tendrá encima a la propia Clinton y a Obama y, seguramente, uno que otro republicano. Será una campaña intensa.

Twitter: @juanizavala

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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