Por si faltara algo incómodo, la lesión de Preciado ahora complica la imaginable reacción positiva de Santos.
Todo lo que sucede en el campo, primero pasó por la oficina.
Hoy se tienen resultados incómodos, muchos goles en contra, suficiente dinero recibido gracias a las buenas operaciones realizadas desde la oficina, poca generación de futbol y un sensible enfriamiento de la afición hacia su equipo antes muy amado.
El próximo sábado estará Tigres en lo que ha empezado a ser su casa.
El panorama no se vislumbra grato para los de color verde. Se va a necesitar una actuación muy destacada de todos para vencer a estos vecinos.
Se vuelve a prestar el momento para que el Club se tome la molestia de volver a plantearse en serio si su modelo de negocios es lo mejor para su existencia.
Realizar grandes ventas partiendo de que antes se hizo bien el trabajo intelectual pero dando pena en la cancha, es un binomio que ya no cuadra ni agrada.
Se comprende la imposibilidad de ser poderoso siempre, porque no existe una empresa muy fuerte al lado. Esto se acepta y se comprende.
Pero estar más próximo a traer otro entrenador (ya son muchos) no es responsabilidad del que está ni del que vendrá.
Hay más palos de ciego dados al aire que certezas.
Cambiar de entrenador siempre será una solución rápida para cualquier club del mundo pero también es una manifestación de impotencia.
Las penas han ahogado los ingresos pero los goles en contra manifiestan una realidad que el resultado ante Puebla intentó esconder.
Probablemente Tigres vaya a provocar más incomodidades.