Topamos con lo mismo y con los mismos. No nos queremos convencer de que nuestro techo es muy bajo.
Ellos no tienen descenso en su liga y sin embargo no es excusa para dejar de progresar.
La calidad de los futbolistas mexicanos es baja pero no nos atrevemos a decirlo ni a darnos cuenta, tampoco nos queremos convencer de ello.
No es necesario rompernos las vestiduras ni despedir al entrenador.
Debemos desaparecer las falsas creencias de la mercadotecnia que generan ataduras sobre nuestra realidad.
Somos de mecha corta y de escasa calidad.
También de endeble memoria.
Podrán traer otro “agraciado” entrenador extranjero y ni así porque esa falsa salida pretende esconder las limitaciones de la gente de pantalón largo y por supuesto destacar las excelentes relaciones con los dineros.
Vendrá la Copa América con las facilidades propias del territorio que impulsan a seguir ganando dinero concursando entre algunos débiles para seguir creyendo que en nuestra geografía somos líderes, pero no.
El futbolista mexicano en toda su historia es limitado, no nos engañemos.
Tampoco volvamos a fabricar ilusiones fuera de nuestra realidad.
La inercia de las televisoras mexicanas se dedica más a crear ciertas fantasías para seguir con la esperanza de que algo más atractivo sucederá.
De repente nos deslumbramos por algo novedoso que surge en nuestro futbol pero no deja de ser esporádico, aislado.
Los sistemas de Fuerzas Básicas también tienen sus limitaciones porque la materia prima proviene de donde mismo, y luego para demoler más la idea, al mexicano le ponen extranjeros encima a los cuales les dan preferencia.
Así, imposible mejorar.
No tenemos la capacidad para construir un techo más alto en la cancha. En los negocios, engañando a otros, sí.