Se pusieron de acuerdo para revitalizar su momento. Las Águilas de allá se renovaron a conciencia y derrumbaron al que parecía ser todopoderoso.
En Torreón existe un complejo vial recién inaugurado en diciembre pasado coronado con una monumental obra teniendo como emblema un águila. Algo sabrían los creadores.
Filadelfia borró a los Jefes. Beneplácito para unos y sorpresa para otros. Se unen a las Águilas del América para seguir volando con libertad en el ámbito sideral.
Los que pretende volar de otra forma son los Rayados de Monterrey.
Aquí me detengo para ver la opulencia o la miseria, como usted la quiera considerar.
Tan pobres son que no poseen la capacidad de generar con el mismo o menos dinero, suficientes jugadores capaces de tener a la institución en los primeros planos.
Andan saludando con sombrero ajeno aunque lo único propio es el dinero para rentar copas repartidas por el mundo.
El entusiasmo de ellos radica en el poder económico pero deterioran su obra productora de jugadores.
Ahora resulta que lo más apreciado es traer con lujo de peripecias, viaje, avión, tiempo, televisión, recepción, difusión, que entusiasmar con su raquítico futbol.
Gastaron todas sus energías mientras el equipo había jugado horrible y perdido contra Ciudad Juárez.
Lo que deben modificar no lo hacen. Fue más importante presumir con sombrero prestado que volar mejor con sus propios méritos como otros le hacen.
Las Águilas del América y las de Filadelfia nos muestran el camino.
El que no aprende a volar es Santos. Sus recursos mentales se acabaron, sus pretensiones se agotaron, su entusiasmo ha desaparecido.
Dice el “Tano” que no conoce otra forma de salir del problema más que seguir trabajando.
Por encima del trabajo está la calidad.