Por costumbre le hemos dado mucha importancia al entrenador en turno de cualquier equipo sin importar de qué lugar del mundo se trate.
Para el caso del Club Santos no es la excepción sobre todo porque el “nuevo instructor” viene del extranjero con las recomendaciones debidas. Por lo pronto, bienvenido.
Su designación pertenece a un paquete de futuras decisiones que no nos deben extrañar.
Se ha probado con diferentes y supuestamente afamados entrenadores y no funcionó; hasta se empeoró habiendo quedado en último lugar de manera consecutiva.
Ahí estuvo el gran aviso. Ahora, con menos intenciones de gastar dinero en cosas superfluas, se apostará por alguien que podrá soportar las carencias para probar ahora de otro modo.
Lo más importante es el plantel y como éste no es de calidad que llame la atención entonces se contrata a un director técnico a tono con los jugadores avisando que van por un cambio de paradigmas. Veremos si resulta.
Los dirigidos deberán poner mucho de su parte, no les queda de otra, más les conviene.
Con esta determinación lo que caiga lo veremos como llegado del cielo. Repito: el aviso está claro porque lo que antes se hizo con planteles buenos y luego no tan buenos, con entrenadores conocidos y ahora más que desconocido pues da lo mismo porque el plan trazado no cambia: gastar menos para probar si se obtiene algo mejor.
No se está descuidando todavía más el negocio, simplemente se está cambiando de estrategia porque por lo pronto el no descenso ayuda a pensar y actuar diferente. Aquí está la esencia de las decisiones.
En contraparte muchas cosas van a quedar en manos de la reacción de la afición en cuanto a interés, apoyo, entusiasmo y consumo.
Son elementos trascendentes para tomarle el pulso a la situación que se antoja todavía más compleja.
El nuevo entrenador nada va a cambiar mientras el plantel poco se modifique. Esto no falla.
Debo suponer que al recién llegado al menos le aseguraron un semestre de permanencia porque sería muy cruel tener otra realidad.