Los augurios positivos para los cementeros se vinieron abajo. Bendita (otra vez) nuestra liguilla que muchas veces con buen futbol, nos obsequia lo que también somos como país mostrando la rebeldía del juego y llenando de sorpresas lo que somos.
El líder general no aguantó el paso. Es ya una bendita maldición al bien portado y eso nos distingue.
Todas las alabanzas vertidas a Cruz Azul tuvieron sustento, siempre lo merecieron hasta que el que pretende ser tricampeón le puso un “estate quieto”.
Tijuana ya le había avisado; América selló tal mensaje. Gran juego nos regalaron este par de chilangos para regocijo de todo el país. Se les agradece a ambos porque pusieron en alto nuestro juego de pelota.
La atrevida posición en el campo del portero cruzazulino algún día iba a fracasar; y lo fue en el partido más importante para ellos.
Los ejemplares también suelen dar mal ejemplo.
Ahora es Monterrey el que vuelve a avisar. Le cayó del cielo la fortuna de cerrar el torneo en su casa, esperando que todos estén muy bien ubicados.
Las disputas conceptuales entre chilangos y regios tendrán su compromiso en el campo bajo la tutela de todo el país.
Maravillosa nuestra competencia que nos vuelve a regocijar con las sorpresas del bien hacer por todos lados.
Olvidemos al arbitraje por favor. Tenemos la obligación moral de valorar lo que somos y lo que tenemos con los reglamentos existentes.
Difícil que el mundo nos comprenda por la forma de competir y la manera de tener al campeón. América se apunta representando a muchos y Monterrey desea el cobijo de otros aunque no sean de su comunidad.
A los lejos o de cerca sepamos disfrutar esta final entre Chilangos y Regios.