Parece que al final sólo quedará la sospecha. Eso es lo único que tenemos hasta este momento, en torno al caso García Luna. Sin necesidad de realizar ejercicio demoscópico alguno, sabemos que la gran mayoría de nuestros conciudadanos sospechamos que el ex secretario de seguridad hizo esas cosas terribles que se le achacan.
He visto tantas películas gringas en las que un grupo de gringos decentes y probos deciden si otro tipo es culpable o inocente. A nosotros nos sucede lo mismo que cuando le selección juega en Estados Unidos y no en México, porque a alguien con poder y dinero le conviene que así sea. Digo esto porque nos mantenemos a la espera de lo que los gringos decentes que decidan cuál será el futuro de la osamenta del impresentable Genaro García Luna. Nunca me imaginé que plasmaría ese nombre en uno de mis descuidados arrebatos.
Nos enteramos de lo que sucede ahí dentro por lo que los corresponsales escuchan y nos comentan, como a cuentagotas. Igual que un juego a puerta cerrada, unos dicen que la defensa del señor García Luna le está parando la chinga a la fiscalía.
Luego otros llegan y dicen que los fiscales están jugando una estrategia gradualista y que, de acuerdo con esa estrategia, quieren que los férreos defensores del amigo y confidente de Felipe Calderón muerdan el anzuelo y se confíen. Según esta versión, cuando se acerque el fin del mentado juicio, arrojarán toda la carne al asador. No falta el que afirma que este es el juicio del siglo y como este siglo es bastante joven, es probable que tengan razón.
Como escritor de churros policíacos, lo que me llama más la atención es lo que se encuentra dentro de la maraña de pensamientos del presunto amigo y protector de delincuentes.
¿Qué pensaba este hombre cuando confió de manera tan inocente en el cariño que los gringos le profesaban? ¿Nadie le dijo a este pobre diablo que los norteamericanos no tienen amigos? Sólo tienen intereses, ni siquiera les importa llegar hasta el fondo de este caso.
Por ahora les sirve, y lo seguirán exprimiendo hasta donde les sea útil. Eso significa que sólo abrirán aquellas cloacas que sean útiles a sus intereses. Si nosotros queremos justicia, tenemos que seguir esperando. Mientras tanto, habitaremos en la sospecha. Es probable que esa sea nuestra verdadera patria: el sospechosismo.
Juan Casas Ávila
Twitter: @contraperiplos