¿Qué cosa importante vendrá luego de que nos vayamos? ¿En quién confiar para dejarle un legado? La ciudad vacía ¿podrá sostener el arte con sus señas particulares? Porque todo el día el viento aprieta y sacude los cuerpos. Al caer la tarde, como una abstracción de la obra, toda criatura necesita la ayuda de todospues bajo el cielo del Bajío, en este lugar donde el rostro de Dios asoma para aprender el ABC de la escultura, hay quien asume la dirección como artista.
Él no calla, porque cuando golpea el material para liberar a los oprimidos, los constructores de ideas rancias ríen. Dirigen su mano contra él porque osó levantar el rigor de la ley: “Sólo arte se le puede pedir al arte, y pasado al pasado”. Y en este obligado exilio, el maestro escultor, sentado bajo la banca hace un apunte largo a lápiz: rigor en el dibujo. Resumen sencillamente ordenado que prefigura la fusión del cuerpo. Inaccesible palabra donde los débiles perspicaces dudan de la creación.
Sobre un cuaderno de apuntes existe otro trazo más preciso, que bien construye al exime artista: hombre sencillo, de gran corazón, que busca la razón de la fe y la fe de la razón en su obra magna (Salvador Zermeño Méndez dixit) que pretende dar sentido histórico a la ciudad a través del arte escultórico. Innumerables ejemplos, religiosos, laicos, contemporáneos, de quien alcanzó la cumbre bajo la égida de la calle de Rossini y luego de manera hermosa en la colonia La Libertad.
Escucho su voz con gusto. Ordena cosas, perotambién a los jóvenes desposeídos, los de abajo, los que han crecido para servir, los que creen en sí mismos y no en los gobernantes falsos, deformes, que con sus temperamentos inartísticos de malas intenciones desordenan el arte con sus planes contra el pueblo: es un mal tiempo para la cultura en este León de los Aldama donde, como moda abundan los doctos de ganchillo y mal tejido, equivalente a ladridos infinitos sin ton ni son. Verdad indiscutible: importan más los cuzcos que los ciudadanos, los artistas, promotores culturales, los maestros y sus obras.
Al obrero que lee se le ha quitado el derecho a preguntar sobre: ¿quién construyó la ciudad, la Perla del Bajío? Porque en algunas tesis contemporáneas aparecen los nombres de los patrones. Pero ellos no cargaron los cueros ni cortaron la piel ni doblillaron ni pespuntaron, ni montaron ni adornaron los zapatos. Tampoco vendieron ni hicieron ruta para ofrecer el producto. Aquí “se ruge lo que es la mentira / pero la verdad debe callar. / ¿No es cierto?”.
Por eso, al elogiar a Ildefonso Lorea q.e.p.d. tiene que llevarnos al sentido histórico para evitar la parcial e incompleta historia del arte en la escultura que hoy por hoy tenemos en León.
Juan Carlos Porras