Cultura

"Música para dejar de fumar"

  • Las posibilidades del odio
  • "Música para dejar de fumar"
  • Juan Carlos Hidalgo

-Una exposición-

El día de hoy mencionar 1985 es casi como referirse a la era cenozoica –así lo entienden las nuevas generaciones y sus razones tendrán-. El asunto es que aquel año arrojó varios discos maravillosos, que además en el contexto de una Pachuca muchísimo más provinciana, era toda una excentricidad tenerlos en las manos. La melomanía es una pasión que tendía vínculos entre los iniciados y lo mejor es que los mantiene fuertes hasta la actualidad.

La Preparatoria José Ibarra Olivares fue el escenario en el que conecté con Marco Antonio Patiño, quien venía de estudiar en la Escuela Americana. No era muy común ser rockero; luego entonces tal rareza corría como reguero de pólvora y el boca a boca a propósito de nosotros se centraba en que teníamos discos cuando menos excesivamente peculiares para las tendencias pop y baladistas imperantes.

Hemos exprimido la memoria unas cuántas veces, y así es que hemos llegado a convenir que corría 1986 –el año mundialista- cuando nos topamos para hacernos preguntas que no nos reprimimos: ¿Entonces tú tienes el Listen Like Thieves (85) de INXS?; y yo le reviraba: ¿Cómo fue que te hiciste del The head on the door (85) de The Cure. En un momento pensé que una copia del October (81) de U2 despertaría un interés voraz, pero me equivoqué. La pieza más codiciada en mi colección era el Mil siluetas (85) de La unión, en ese entonces un grupo con un sonido innovador y capacidad para evocar al gran escritor francés Boris Vian en la que sería su canción más famosa.

A partir de ahí, la pesquisa la hacíamos juntos. Patiño era un visionario de las compras por correo (¡Hasta apartado postal propio tenía!) y se las ingeniaba para pedir discos fascinantes; de The Chameleons a Peter Gabriel, de The Church hasta algo más de U2, que tenía un sonido verdaderamente excitante en aquel momento. También se ocupaba de escribir a los propios artistas para inscribirse en su base de seguidores y recibir increíbles regalos de parte de gente como Aztec Camera y Alphaville (¡Postal firmada con una sorprendente tinta metálica!).

Patiño siempre tuvo una increíble habilidad para predecir las tendencias. Muy pronto se hizo seguidor del sello 4AD y también fue temprano entusiasta de la movida electrónica que cambiaría la historia de la música. Junto a Carlos Cadena y Benjamín Acosta, completábamos el tándem de Producciones Antiestáticas y buscábamos hacer radio en donde se pudiera. Y de repente ya hacíamos suplementos culturales, conciertos y programas en distintas estaciones. Movimiento era la base de tal consigna.

En algún momento, las ocupaciones universitarias de cada uno establecían el ir y venir, pero también animaban a otros amigos a incorporarse en secciones y proyectos. Por ejemplo, Miguel Mazzin (Dj Q) debió ser pionero a la hora de transmitir sets por la FM local.

Pero concentrémonos en Marco Patiño; a la postre Diseñador Gráfico egresado de la Universidad de Las Américas y trabajador de Disney en Florida durante una temporada. Desde los años ochenta, hacía gala de un personalísimo sentido del humor, que se combinaba con su manera raruna de nombrar a las cosas. A veces, ambas habilidades requerían de ciertas explicaciones mínimas para funcionar. Y es aquí que debe aplicar ese término cinematográfico –más propio de un guión-.

CORTE A:

Septiembre del 2018. Patiño es el cómplice perfecto para Itzel Cruz –su pareja y también diseñadora-. Ambos han abierto una segunda sucursal de Puerta Niebla, una encantadora cafetería en la ciudad de Pachuca, y en Real del Monte (Mina de Acosta) se quedó una segunda versión de la original (que estaba en el Centro de aquel pueblo).

Marco lleva varios meses fraguando una pequeña exposición y el segundo aniversario del local pachuqueño era el pretexto ideal para realizarla. Invitó a un puñado de amigos ilustradores y me convocó para hacer la museografía en uno de los pequeños salones. Cuando miro las piezas caigo en la cuenta de que parece que juntas hacen un elogio del arte de fumar; entonces es que le insisto en que es bien importante lo que cuente en el texto de sala, y con ello explicitar ese arranque creativo patiñesco. Esto es lo de lo que puede enterarse el visitante:

“La nostalgia arremete conforme el siglo avanza. El regreso de los discos de vinil a la vida melómana, trae consigo una colección de imágenes que con suerte permanecen impresas en portadas de discos que se guardan bajo llave o que, en la mayoría de los casos habitan en la memoria de lo que alguna vez fue.

Conocí Louder than Bombs de Los Smiths mediante un intercambio de casetes. Nunca tuve el disco de vinil. Empecé a dibujarlo como homenaje y como simple catarsis para aliviar el deseo. Después dibujé otros discos favoritos y apareció Soul Mining de The The. La maravillosa ilustración de Andy de the Dog representaba a una mujer africana que fumaba con colorido placer.


Cuando se cumplieron 30 años de la aparición de 1984 de Van Halen, lo dibujé junto a una nota que decía: “Antes, los ángeles fumaban en las portadas de los discos”. La acción de fumar tabaco ha mutado de lo cotidiano y de lo cool hasta llegar a diminutas zonas para fumadores. En una fotografía que parece haber salido de un instagram ochentero, Donald Fagen se desprende de su banda Steely Dan para poner hacer radio en blanco y negro, poner discos y fumar un cigarro.


En los noventa, una adolescente en pose grunge fuma con inocente rudeza en la portada para
Green Mind de Dinosaur Jr. Leonard Cohen fuma en sus discos. Serge Geinsbourg fuma en todos sus discos. Los ángeles fuman mientras juegan póquer en el paraíso infernal de Black Sabbath. Ryan Adams fuma mientras le rompen el corazón y en Venezuela se ha editado un disco de música tradicional con una guapa rumbera a quien le acaban de encender su cigarillo.


La mini colección de discos con portadas con fumadores aumentó. Un domingo por la mañana encontré en un bazar de viejo un disco que, prometía dejar a un lado el vicio del humo y la nicotina. Al parecer se trataba de un producto que alguna compañía farmacéutica regalaba en la década de los setenta como parte de un tratamiento. El disco se llama
Música para dejar de fumar”.


Al día de hoy esa habitación del local ubicado en la cabecera del Parque Hidalgo sigue mostrando al público esas maravillas de pequeño formato (y seguirán hasta que octubre acabe). Ahí está una excepcional pieza firmada por la Secta de Bordado en la que recrean Heaven and Hell (80) de Black Sabbath y el minucioso relieve en papel con el que Sarai Diazgirón evoca al último disco de Leonard Cohen, You Want It Darker (2016). Muy delicadas y minuciosas ambas.


Itzel y Marco todavía tiene mucho que celebrar y que mejor que acompañarlos visitando una exposición que se fuma; las portadas originales se muestran reducidas y en las obras de arte resuena una nueva interpretación. En Música para dejar de fumar lo pequeño se muestra generoso e inmenso y brinda oportunidad para seguir “golpeando la nostalgia”, tal como lo aseverara Patiño hace ya muchos años.


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