Celebro la aprobación esta semana en el Congreso de Hidalgo de la ley que permitirá a personas de distintas identidades y preferencias sexuales casarse en las mismas condiciones que el resto. Y lo hago citando a Camille Paglia, una ensayista fascinante del universo femenino y una de las voces más críticas del feminismo; la estadounidense, durante una charla organizada por el diario El undo, comentó sobre el aborto: “Yo estoy 100 por ciento a favor de la libre elección de las madres y de todo eso de que mi cuerpo es mío porque ni el Estado ni la Iglesia pueden decir a ninguna mujer lo que tiene que hacer”.
Está importantísima conquista nos da señal de que nuestro estado se encamina al futuro y se aleja del oscurantismo. ¡Vaya, nos vamos poniendo en sintonía con las naciones progresistas! Pero no olvidemos que sigue existiendo el fanatismo religioso de diversa índole que condena a las mujeres (sobre todo en Medio Oriente y África). Acá lo que nos toca padecer son los arranques de algunos diputados del PAN, encargados de movilizar y engatusar a los feligreses católicos más radicales.
Organizan foros sobre el aborto en los que la participación de las mujeres es casi insignificante (¡inaudito e inadmisible!), y además llevan sólo a especialistas que condenan tal práctica y no propician el diálogo equilibrado. Pero bueno, sus intentos han fallado y el Matrimonio igualitario se aprobó. Atribuyo este logro a la alternancia política y activistas, y también a la agenda de Morena; en la votación hidalguense todos los diputados del PRI se abstuvieron (y uno de Morena), más 2 votos en contra del PAN. Todos los demás mostraron valentía y apoyaron la causa. Se trata pues de respetar los derechos humanos y ello es una prioridad universal.