“De pequeño me fascinaban la belleza, el orden y la complejidad de los números. Dos décadas después sigo igual de embelesado, pero ahora también me interesan los procesos de los que surge la peculiar manera en que los experimenta mi mente”. Así de personal y accesible es la prosa de un autor que ha sido diagnosticado con el Síndrome del Savant; un hombre que conoce desde las entrañas un comportamiento que tiene que ver tanto con el autismo como con la genialidad.
Fue convirtiéndose en una personalidad mediática que se consolidó después de que la BBC trasmitiera el documental The Boy with the Incredible Brain (2005) y se difundiera la enorme capacidad que tiene para memorizar, juguetear y relacionarse con los números (a los que atribuye colores y otras propiedades). Sorprendió al gran público diciendo una larguísima cantidad de decimales que conforman a Pi (más allá del simplificado 3.1416).
También conoció a Kim Peek, el hombre que ha vivido con una condición similar y que el cine de Hollywood convirtiera en Rain Man, personaje interpretado magistralmente por Dustin Hofmann. Luego se dio a la tarea de ir contando su vida y el universo en el que se mueve; así fue como apareció Nacido en un día azul (2006) y La poesía de los números (2009), que es una maravilla para concebir a los dígitos como algo emocionante y que pudieran interesar a la gente común. En español pudimos leer esta apasionante obra de divulgación científica a través de la editorial española Blackie Books, que si bien en materia estrictamente literaria ya nos había maravillado con su selección, en esa otra vertiente conservó la sagacidad y amenidad que le caracteriza.
Nacido en Inglaterra durante 1979, Tammet ha logrado ser un matemático que vive de las letras que suele apuntar que le gustan: “la justicia y la precisión, pero siempre dice que en las matemáticas, como en la literatura y en la vida, la belleza es lo más importante”. Radicado en Francia desde hace algunos años, no ha dejado de escribir con perseverancia. Ahora la gran noticia es que en México se han comenzado a imprimir algunos de los libros de Blackie Books; al ser versiones nacionales, y ya no material importado, el precio disminuye y se vuelven más accesibles. Hay que alegrarse de que el primer título de esta nueva incursión haya sido La conquista del cerebro, subtitulado como Un viaje a los confines y secretos de la mente.
La intención de Tammet en este libro es planteada desde una gentil, suave y sincera primera persona: “Quiero ayudarte a conocer los secretos de tu cerebro y los avances de la ciencia en este campo. A desarrollar la conciencia espacial, la intuición y la empatía. A abrazar nuevas formas de percepción y pensamiento creativo. A ir más allá de la complejidad y las limitaciones de lo que ves. Explicándote cómo funciona mi mente, intentaré que expandas los límites de la tuya”.
Podría pensarse que el hombre capaz de mencionar 22,514 decimales de Pi sin parar y sin fallar (batiendo un record europeo), y siendo un estudioso de todo lo que tiene que ver con las neurociencias pudiera tender hacia lo complejo y denso, pero es todo lo contrario. Si hay una virtud en La conquista del cerebro es que el autor todo el tiempo parece que nos está platicando con alegría y amabilidad –sin desesperarse en momento alguno-.
El Síndrome del Savant apenas lo tienen unas 50 personas en el mundo entero, por lo que Daniel aporta una experiencia muy valiosa y peculiar. Todo lo que ha vivido e investigado le permite incluso descalificar al reputado científico ya fallecido Oliver Sacks y lo expuesto en su famoso libro El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, en el que abundan inexactitudes de todo tipo y a las que deja al descubierto.
En una conversación con la periodista Jelena Arsić dio cuenta de cómo fueron sus años de formación y el contacto con los elementos que le permitieron desarrollarse: “Soy el mayor de nueve hermanos. Era una familia muy grande y muy pobre también. En mi barrio no había museos ni cines, pero había una biblioteca. Empecé por diccionarios y enciclopedias y según me fui haciendo mayor pasé a leer poesía, novelas. La literatura fue muy importante para mí, porque recoge muchas emociones humanas. Y yo experimento sinestesia. Cuando leía, esas palabras eran colores para mí. No las veía como negro sobre blanco, sino también de color naranja, púrpura, dorado… al igual que los números. Por eso me gusta mucho leer. La sinestesia contribuyó a mi creatividad y a adquirir habilidades sociales, porque siempre he estado haciendo este tipo de conexiones en mi cabeza para tratar de entender a las personas”.
Siendo que en este espacio periodístico la música es un tema frecuente, destaca la manera en que el inglés explica los tres sistemas de la memoria: “Casi todas las tareas diarias precisan una interacción continua entre estos tres sistemas. Para aprender a tocar un instrumento musical, sin ir más lejos, hace falta la memoria episódica para recordar la disposición de las teclas o cuerdas; al aprender nuevas melodías, es necesaria la memoria semántica para no olvidar la letra de las canciones, y también la procedimental, que se pone en marcha cuando ya dominas el instrumento y lo tocas sin tener que pensar en cada nota que ejecutas”.
La conquista del cerebro es un libro con un muy amplio panorama de temas; puede ir de “La biología de la creatividad” a “Pensar en números”, pero en cada uno de los capítulos Tammet incorpora su decisión acerca de acabar con los clichés y estereotipos que se les aplica a los autistas –de distintos tipos-; en ese sentido su postura es muy precisa y clara: “Por supuesto, tenemos que tener diagnósticos y saber de qué se trata, pero cuando los científicos dicen que un autista no puede ser creativo, que puede memorizar y repetir, pero no puede crear, están equivocados. Ahora es un punto de vista absolutamente minoritario, antes era una opinión muy extendida. Porque los autistas pueden crear, lo que pasa es que de distinta manera”.
Para cerrar mi entusiasta recomendación de una obra que engancha hacia temas que no son los de siempre, me interesaba averiguar cómo es que Tammet se mueve en la Era de las redes sociales y considerando que domina 11 idiomas –el tráfico de información podía ser una locura-: “Internet ya me pilló con veinte años y sí, la comunicación por escrito para mí era más fácil de entender por los emoticonos. Ya no los utilizo, pero en un principio me servía para tener más claro todo lo que estaba pasando en la conversación al margen de las palabras en un sentido literal. Si algo era una broma, una ironía, etcétera. Ahora me sigo comunicando con amigos que tengo en otros países, pero he trazado una línea con la privacidad. No tengo Twitter y en mi página oficial de Facebook solo pongo noticias, nada privado. Tengo muy claro cuál es la línea que divide lo personal de lo profesional”.