Cuando la MLS se lanzó al estrellato, eligió a David Beckham como piloto, imagen, vendedor, embajador, promotor, publicista, comunicador, traductor, modelo y también como un elegante jugador de futbol.
El viaje de Beckham hasta la lejana galaxia de Los Ángeles consiguió que el “soccer” descubriera una gama de propiedades que parecían incómodas, irrelevantes y frívolas para los conservadores del juego.
La fórmula Beckham, futbol, California, Hollywood, Rodeo Drive y Beverly Hills, alteró el sistema nervioso del mercado generando necesidades desconocidas en este deporte: seducción, glamour, moda, celebridad y sensualidad; por primera vez en la historia de este juego, las grandes figuras del cine, la música y la televisión querían ser retratadas en un estadio de futbol.
Pudimos ver un par de golazos, algunos tiros libres, cambios de juego sensacionales y un profesionalismo ejemplar de Beckham con el Galaxy, ofreciéndonos un rendimiento deportivo soso, aunque aceptable.
Lo que no hemos vuelto a ver, es el aterrizaje de otra estrella del futbol capaz de hacer girar la MLS alrededor del mundo. Beckham lo consiguió como influencer, no como futbolista.
Quizá haya llegado el tiempo de Messi, a quien la Champions le queda cada vez más lejos. Ganar el Campeonato del Mundo causó una profunda tranquilidad en su alma, Messi ha dejado de ser un salvaje animal de competencia para convertirse en una especie en extinción. Con toda seguridad, no le volveremos a ver en el campo de batalla, sino en el campo de exhibición.
Los años que le quedan en el alto rendimiento pueden ser un lamento en cualquiera de las Ligas europeas, la francesa incluida, pero pueden ser brillantes en un futbol como el estadunidense. Dejemos de mirar a la MLS como un mausoleo de estrellas, y aprendamos a disfrutarla como una Liga que ofrece un retiro de lujo a futbolistas que todavía pueden regalarnos un par de temporadas mágicas.
Me gustaría verlo jugar en ella, y no en China, Japón o Arabia, donde Cristiano se está empolvando en medio de una tormenta de arena que nos impide verlo jugar. Con el último naufragio del PSG, se hunden las últimas posibilidades de ver a Messi en el futbol europeo de verdad.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo