Hay una imagen que aparece en Google cada vez que escribimos “Copas Di Stéfano”, en la barra del buscador. En ella puede verse al futbolista del Real Madrid uniformado y en cuclillas, rodeado de las Cinco Copas de Europa consecutivas que ganó. Capturada con una Leica M3 una mañana soleada al medio campo del Bernabéu, aquella fotografía de Di Stéfano fue durante décadas la imagen mejor publicitada del mundo del futbol. No hacía falta explicar más, analizar datos, detenerse en polémicas o discutir quién era mejor; el retrato lo dejaba todo muy claro: una estrella, un equipo y un tesoro.
Sucede lo mismo cuando escribimos “Múnich Mark Spitz”: entonces aparece la inolvidable imagen del nadador y su característico bigote, un traje de baño con barras y estrellas, y siete medallas de oro muy bien acomodadas colgando del cuello. La fotografía de Spitz explicaba con sencillez la existencia de Superman en la vida real, y al mismo tiempo, promovía su hazaña en los Juegos Olímpicos del 72 como una herencia para futuras generaciones.
Años después Michael Phelps en Sports Illustrated –puede encontrarse de esa forma en Google–, convirtió la fotografía de Spitz en una franquicia de la revista, retratándose con sus 23 medallas de oro sobre el pecho.
Al retirarse, no habrá mejor forma de explicar quién fue el mariscal Tom Brady, que escribir su apellido en Google junto a la palabra anillos. Con cuatro en los dedos de una mano y tres en la otra, esa fotografía de Brady mirando a la cámara de un iPhone, se volverá otro de los retratos clásicos del deporte mundial.
Lo relevante de todas estas “instantáneas” es que tardaron años en producirse, cada una de ellas, como muchas otras que no se han hecho o pertenecen a la colección familiar de los grandes campeones, resumen las grandes historias del deporte. Una imagen dice más que mil palabras: sonríe Brady, a ver quién puede superar esa foto.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo
