Principio. Emilio Butragueño dejó el Real Madrid siendo figura, pero también leyenda, campeón y símbolo indiscutible de una época. A los 32 años salió del único equipo donde jugó y llegó al último equipo donde vivió los años finales de su carrera: entre el Madrid y el Celaya no es que hubiera un mundo de diferencia, jugaban en galaxias distintas. Pero hasta allí viajó el Buitre, donde tuvo una de las etapas más emocionantes de su carrera como futbolista. Sus principios en el campo fueron determinantes para convertir al humilde y recién ascendido Celaya, en el mejor equipo del campeonato: Butragueño no corría, flotaba; no competía, jugaba; y no hablaba, pensaba. Con más garantías llega Sergio Canales al futbol mexicano: digamos que tiene menos que perder en Monterrey, de lo que Butragueño ganó en Celaya; con la mitad de futbol que el Buitre hizo en México, Canales será figura y Rayados disfrutará por unas temporadas de un talento principal.
Final. Javier Tebas, presidente de LaLiga y uno de los dirigentes más influyentes del futbol mundial, volvió a advertir que la Kings League terminaría desinflándose en algunos meses: de inmediato fue atacado en el universo donde surgió el torneo, las redes sociales. Recuerdo que en los años ochenta la televisión programaba los sábados un par de horas de lucha sobre patines: no estaba claro si aquello era una carrera, una pelea, un show, un drama o un deporte. Cascos, rodillera, coderas, patines de cuatro ruedas y una pista en óvalo hacían que el Roller Derby pareciera un deporte, pero algunos nunca le creímos a pesar de llevar décadas practicándose en los Estados Unidos con grandes niveles de audiencia y promoción. Sucede algo parecido con la Kings League que Piqué pretende convertir en el pandemónium del futbol que le dio toda su fama y fortuna: de tanto pregón sobre el futuro, terminará siendo lo que parece: un circo con un balón.