Puede verse una silueta fantasmal cruzando oscuros campos, eludiendo rivales, acelerando el paso, desbordando por la izquierda y disparando al marco con una potencia que apenas permite distinguir en su viaje, la forma del balón.
En medio de estas imágenes borrosas color sepia o blanco y negro, a veces sin dorsal, y otras con el número once cosido a mano en una camiseta que parece estar hecha de algodón, vivirá la figura del futbolista Francisco Gento digitalizada para la eternidad.
Cuando esta clase de jugadores muere, el futbol activa un mecanismo de defensa contra el olvido que debemos valorar, atender y escuchar: la voz de nuestros mayores, las memorias de nuestros abuelos. En ellos se encuentra el disco duro más valioso de la historia del deporte.
Al mismo tiempo, sus relatos y recuerdos sobre el juego y sus jugadores permiten que el futbol sea un recurso inagotable, una máquina del tiempo y un momento para compartir sin importar de qué época se hable.
Gento, el único hombre vivo que ganó 6 Copas de Europa, 5 de ellas consecutivas y todas con el mismo equipo, el Real Madrid, falleció ayer. Su muerte causó una profunda conmoción entre los aficionados que le vieron jugar; un llamado a conservar y transmitir sus memorias entre los aficionados que no lo vimos, pero siempre escuchamos hablar de él; y una lógica curiosidad por conocerlo entre los aficionados que aún no saben quién fue, pero que leyeron su nombre en las redes e hicieron clic sobre los links de esas imágenes difusas donde corre un futbolista con el balón bien pegadito al pie, a la velocidad de nuestra época, pero desde otro tiempo.
El legendario Gento, cuyo linaje pertenece al patrimonio histórico del Real Madrid, ganó en vida todo con su equipo; y al instante de su muerte, siguió ganando partidos por cada joven que se acercó a conocerlo, preguntándole al abuelo o leyendo una triste columna dedicada a él.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo