La razón que otros deportes conceden a la estadística no aplica en el futbol, donde el juicio da más valor a las emociones que despierta el futbolista. Los números valen poco. Es más fácil decir me gusta o me cae pésimo, juega mal o bien, es un tronco o un crack, que describir la belleza de la constancia en los campeonatos más exigentes del mundo. El rendimiento de un jugador parece calificarse en función de su afinidad y no en relación con las matemáticas que arrojan resultados indestructibles, muy lejanos al sistema de pesos y medidas utilizado en México en el que la palabra ídolo tiene un significado ancestral. Bajo esta fórmula emocional que juzga o mide el éxito y talento de los futbolistas mexicanos, Cuauhtémoc Blanco es dios. Pero en el ánimo popular, jugadores como Javier Hernández y Héctor Herrera, dueños de estadísticas incomparables, no cotizan, a pesar de tener matrículas históricas: las más brillantes en el futbol europeo junto a Rafael Márquez y Hugo Sánchez. Dios salve la hora y el lugar de aquellos que nos atrevamos a decir que Chicharito y Herrera, son mejores jugadores, por ejemplo, que Cuauhtémoc, al que su enorme talento y personalidad le tienen embalsamado y consagrado en un altar. La última jornada de competiciones continentales europeas volvió a demostrarnos el valor real de estos jugadores: gol de Herrera y gol de Hernández en equipos y situaciones límite, otra vez, que hacen más determinante su legado. Nadie niega el cariño y arrastre que en nuestra cultura futbolera aquilatan figuras como el gobernador Cuauhtémoc Blanco; pero si queremos mirar con perspectiva internacional el futuro del futbol mexicano, estamos obligados a valorar los números que en ligas mayores documentan estos deportistas. El caso de Héctor Herrera, un habitual de Champions en las últimas temporadas, podría carecer de protagonismo incluso matemático, por la posición que ocupa: el de mediocampista es un puesto sin glamour; pero el de Chicharito, delantero, es indescriptible: se trata, además, del mexicano más rentable en Europa desde el Pentapichichi, del goleador histórico de la selección nacional. Estamos haciendo mal las cuentas, o contando mal las historias.
La historia mal contada
- Cartas oceánicas
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José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo
Ciudad de México /