La última franquicia.
Si las lesiones le respetan, a Mahomes le quedan diez temporadas por delante. Retirado Brady, la NFL hipoteca la próxima década a un joven de 27 años que en la victoria y en la derrota, se ha comportado con la madurez de un veterano o la elegancia de un mariscal legendario. Mahomes tiene una ventaja sobre el resto: dentro y fuera del campo, conecta. No se trata de un jugador franquicia, como solía decirse, jugadores como Mahomes en sí mismos, son una franquicia de la Liga.
Movilización en el supermercado.
Hace tiempo se decía: este partido es de los que paralizan México. La prensa concentraba todos sus medios en el juego, el público esperaba la hora indicada y los políticos aprovechaban la distracción de unos y otros para tomar decisiones y anunciar disparates. Así pasó durante algún América vs. Guadalajara, en ciertas finales del futbol mexicano, la noche que Valenzuela venció a los Yanquis, en los partidos decisivos de selección nacional en los Mundiales, quizá durante la Final de la Copa América en 1993 y en las grandes peleas de Julio César Chávez en plenas fiestas patrias. Nunca sentí que un evento deportivo “paralizara” al país; lo que sí puedo percibir es que el Super Bowl lo moviliza. Como una enorme fuente de consumo, este poderoso tazón gana clientes, consumidores y comensales mexicanos cada año: ningún partido nos hace ir con tanta emoción al supermercado como este.
Bolsa de viaje.
Un vuelo de dos horas, una estancia en el mejor hotel de la ciudad, un par de juegos sin dificultad, dos victorias, nueve goles a favor y cuatro en contra, otro título para la galería, vuelo de regreso con seis millones de dólares en las maletas y a dormir en casa como un campeón: ¿qué sería del Mundial de Clubes sin una buena bolsa de dinero para repartir? Probablemente equipos como Real Madrid se negarían a ir. La tarifa por victoria, muy similar a la que se cobra por partido ganado en Champions League, alcanza para que los clubes europeos, con diez títulos consecutivos en el torneo, lo miren como un bono aceptable de finales o principios de año; pero nada más. El día que el Mundialito reparta más prestigio que dinero, tendremos un verdadero Mundial
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo