Este mediodía, Finlandia visitaba a Rusia en San Petersburgo, Turquía recibía a Gales en Bakú, y en el Olímpico de Roma, se enfrentaban suizos e italianos. Por la tarde jugaban Perú vs Brasil en Barranquilla y Paraguay vs Australia en La Plata.
Desde su inauguración hace unos días, Eurocopa y Copa América ya habrían disfrutado un Inglaterra vs Croacia jugado en Wembley; un España vs Suecia en San Mamés; un Alemania vs Francia en Münich; un Argentina vs Chile en el Monumental de River, y un Argentina vs Uruguay en Córdoba.
Todavía no sé si el covid retrasó nuestra vida o la adelantó. Cuando pensamos dónde estaríamos si todo esto no hubiera pasado, entendemos que el virus también contagió al tiempo, que aunque sigue su marcha, a veces parece detenido. El deporte consiguió apretar el botón de pausa en algunos de sus grandes eventos. El 2020 iba a ser un año de colección. Champions, Eurocopa, Copa América y Juegos Olímpicos de un tirón, tenían programado el verano soñado del aficionado.
En su lugar tenemos una pandemia, una cuarentena de campeonato, un bicho cabrón y un futuro desconocido. Y aunque las estaciones también se han confundido, la Bundesliga, la Serie A y LaLiga intentaron rescatar ese verano perdido. Con el Madrid, el Barcelona y Messi rodeados de avatares y sonidos artificiales, el futbol batalla por demostrarnos que las cosas están volviendo a su sitio. Hasta ahora, Messi es el único que me ha convencido.
De todas esas historias que se quedaron entre paréntesis, la Champions tiene la última oportunidad para reescribir la emoción. Jugando en una sola sede y a partido único, los mejores clubes del mundo podrían definir el título en agosto, convirtiendo este formato de emergencia en una solución que multiplica la audiencia. Si la UEFA lo aprueba, el verano del covid tendrá un evento en Lisboa con el que nadie contaba: la Champions que se creyó un Mundial.