Tres goles en dos partidos y una sensación del jugador total que siempre fue, han devuelto a Messi la sonrisa que sus últimos años en la alta competencia, le habían borrado. La conclusión es sencilla: si Messi sonríe jugando, el futbol también.
Pero no es solo Messi quien lo nota y lo disfruta; hay que ver lo que un par de noches hizo Sergio Busquets: volviendo a ser uno de los futbolistas que mejor ha interpretado los espacios, los tiempos, las velocidades y los movimientos de este juego. Se puede y se debe decir todo lo que uno quiera sobre la competitividad, la intensidad, la calidad, la capacidad, la libertad y la facilidad con la que este par de cracks jugarán en una Liga menor como la MLS; lo que no se puede discutir es la felicidad con la que lo están haciendo, y eso, a final de cuentas, da sentido a la palabra jugar.
Los puristas del futbol, recalcitrantes defensores de la competencia y no del juego, entienden todo esto como un retiro, un destierro y un asilo para esta clase de jugadores que abandonan los valores fundamentales de una competición real, exigente y salvaje; otros preferimos entenderlo como una oportunidad para verlos jugar como siempre lo habían hecho, haciendo nuestra su diversión dentro de una cancha de juego.
No sé cuánto duren Messi y Busquets a este nivel, incluso en la MLS, donde también se corre y se lucha, pero lo que duren, será mejor que tenerlos amargados, enfadados y amarrados en un campo de futbol durante los últimos días de su carrera.
¿Algún día llegarán jugadores como ellos, pero con menos años a Ligas como la MLS? Es una pregunta que solo puede responder el mercado.
Por lo pronto, no se puede menospreciar el empeño que ponen en su nuevo equipo, la magnitud que le dan a su nueva Liga, el empuje que aportan a un nuevo mercado, la rentabilidad que ofrecen a nuevos patrocinadores y las alegrías que reparten a sus nuevos aficionados.