Deportes

Final de fotografía

Dónde empieza y termina la vida privada de las figuras públicas es un límite que el mundo del deporte aún no logra definir.

Nos han vendido, con demagogia pura, que el deportista se debe a la gente, que la gente mantiene al deportista, que sin la gente el deportista no es nadie, que si la gente deja de aplaudir, el deportista deja de existir, de ganar y de vivir; resumiendo: de acuerdo a la teoría que tiraniza al aficionado, el deportista, su carrera, su trabajo, su tiempo y su vida, pertenecen a la gente.

Nos hemos malacostumbrado a ver el mundo del deporte solo como un entretenimiento, un pasatiempo, un momento para desahogarnos, relajarnos o escaparnos de la rutina; es decir, nuestra cultura establece que el deporte y el deportista están al servicio de nuestras alegrías, frustraciones, ilusiones, presiones, pasiones y satisfacciones.

Pero casi nadie es capaz de interpretar el deporte como un trabajo, una profesión o una forma de ganarse la vida en la que el deportista tiene los mismos derechos y obligaciones que cualquier ciudadano trabajador: cumplir un horario, alcanzar un resultado, recibir un salario, pagar sus impuestos y mantener una familia.

Se nos olvida que la mayoría de los deportistas han llegado sin ayuda de nadie a ese lugar de privilegio, en algunos casos gracias a un “don” que les fue otorgado, en otros gracias una capacidades atléticas únicas y en la mayoría de los casos, gracias a muchos años de entrenamiento, esfuerzo y sacrificio solitario.

Dicho esto, hay una verdad absoluta que contradice todo lo que hasta aquí se ha escrito y es que el deporte es uno de los pocos trabajos en el mundo cuyo mayor objetivo es hacer felices a los demás. Bajo esa perspectiva, el deportista debe comportarse con deportividad las 24 horas del día hasta el final de su carrera, siendo un ejemplo para mucha gente, y más allá del retiro, cuando se vuelve un ejemplo para muchos deportistas en plenitud.

En la diferencia entre profesión y vocación, encontramos eso que los comentaristas llaman “mística”, eso que el Comité Olímpico llama “espíritu” y eso que los niños llaman “magia”.

Al final: Checo debe detenerse a sacarse una foto con cualquier niño del mundo que se lo pida.

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José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo
  • José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo
  • [email protected]
  • Columnista en La Afición desde 2008. Lic. en Administración. MBA en Comunicación. Máster en Publicidad. Periodista, comunicólogo y gestor especializado en medios con más de 20 años de experiencia en puestos directivos en empresas como CNN, Canal+ y Movistar+; ha participado en proyectos de posicionamiento de estrategias de Marketing Deportivo.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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