El nueve
Introvertido, parco y retraído, la personalidad de Benzema no coincidía con su juego: escandaloso, participativo y gracioso. A la sombra de Cristiano, se convirtió en el mejor socio del mayor goleador de la historia. Hecho a la medida del crack, su futbol hizo de la elegancia un exclusivo servicio a domicilio: cada uno de sus pases llegaban a la hora exacta, en el lugar indicado y en la forma correcta. El remitente siempre era la fina estampa de un artesano que trataba la pelota con educación, encontraba espacios reservados y firmaba obras de arte con un trazo delicado.
Con esa distinción de los grandes pasadores, acumuló horas de servicio alrededor del área hasta volverse un especialista: sus pases eran más hermosos que los goles. Hasta que llegó su tiempo y Benzema reclamó su parte: el mejor pasador en la historia del Real Madrid se volvió uno de sus grandes goleadores.
El diez
Identificarse con Modric no es tan fácil como hacerlo con las estrellas más influyentes del mercado. Ocho de cada diez niños todavía sueñan con ser Cristiano y Messi, el resto, es posible que admire al joven Mbappé o algún otro jugador que resplandezca en los grandes aparadores de Adidas y Nike.
Querer ser Modric no es común, porque su futbol, aunque brillante, tiene un mensaje discreto. Gana partidos sin hacer ruido, define campeonatos en silencio, vende lo necesario, huye de lo accesorio, se le resbalan los anuncios, usa las palabras justas, no cotiza en las redes sociales, habla poco, aparece sin que nadie lo vea y evita los reflectores.
Uno de los mejores futbolistas de la época es un centrocampista sin atractivo comercial. Su carrera es un homenaje al viejo futbol de esparadrapo y cuero que se ha escondido entre las capas sintéticas que envuelven al juego. Modric, incapaz de vender una Coca Cola, lleva años despachando para el equipo más valioso del futbol: lo suyo es liquidar.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo
