No hace falta contar millones de euros, sino contar la historia millones de veces, para explicar a niños y jóvenes que tienen la ilusión de convertirse en profesionales, que algún día podrán vivir del deporte, pero, antes que nada, deberán vivir para él.
Negociaciones tan públicas y disputas tan largas o espectaculares, como las del PSG vs. Real Madrid por Mbappé, llegan muy lejos, tienen mayor impacto e influyen más en las nuevas generaciones que el sabio consejo de un maestro, el aburrido ejemplo de un atleta y el discreto mensaje de un viejo campeón.
En otros tiempos, ser deportista era un anhelo, hoy corre el riesgo de parecer una pretensión: ¿cuáles son las principales motivaciones que tienen los chavos de esta época para querer ser uno de ellos? Quizá sean similares a las anteriores, pero entre todas ellas, la fama y la fortuna se han vuelto las causas más estimulantes.
A lo largo de su historia, el deporte ha funcionado como una poderosa herramienta de superación. Son incontables los casos de deportistas profesionales en todo el mundo, cuyo primer objetivo ha sido proveer estabilidad y convertirse en el motor económico de su familia.
Esta faceta tan humana y ejemplar, común en cualquier persona y profesión, acompaña los primeros pasos de la carrera. El problema ha venido después, cuando la relación entre deporte y dinero, parece lo único.
Con 23 años y una prometedora carrera, existe un Mbappé entre millones y solo hay tantos millones para jugadores como Mbappé. Normalizar esto como parte central del deporte, hace mucho daño a la vocación, la profesión y la ilusión. Mirar la carrera de futbolista como un oficio, es un valor que se está perdiendo.
El Real Madrid y el PSG, dos grandes corporaciones del deporte, tendrán que explicar a millones de niños por qué han ofrecido y pagado tanto dinero por un muchacho como él. Hay fuerzas más valiosas que las del mercado.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo