Luigi Riva, Gigi, es uno de esos nombres que vuelan por el tiempo con la voz de nuestros padres y abuelos preocupados por contar lo que vieron para que nunca se pierdan sus recuerdos.
A mí me hablaron de Riva muchas veces, también de Gianni Rivera, a quien yo solía confundir con Riva por lo que me corregían: acuérdate, son Riva y Rivera, uno es goleador y el otro el centrocampista de la selección italiana. Entendí mejor la diferencia cuando me contaron que a Rivera le decían el Bambino de Oro. Él no ha muerto, pero Riva murió el lunes.
Escribo esta columna como parte del compromiso con mi abuelo y mi padre para que no se pierdan entre generaciones las memorias, las imágenes y emociones de futbolistas de otras épocas que a muchos deben parecer milenarias.
La importancia de Gigi Riva en el histórico futbol italiano es muy sencilla de explicar: se trata del máximo goleador en la historia de la Squadra Azurra, así que Riva fue un clásico de clásicos. Con 35 goles en 42 partidos con La Nazionale entre 1965 y 1974, su perseguidor más cercano es el mítico Giuseppe Meazza con 33, estrella de los años treinta; les siguen Baloncieri de los años veinte con 31, Silvio Piola con 30, que a muchos debe sonar su apellido como distintivo de “crack”, es un “piola” se decía en Italia; y más abajo aparecen en esta lista de goleadores italianos dos de los mejores jugadores en la historia del Calcio: Roberto Baggio con 27 y Alessandro del Piero con 26. Altobelli con 25 y Paolo Rossi con 20, atacantes y campeones del mundo en los años ochenta, completan los nombres más ilustres de un oficio, el de goleador, que no es muy común en los foros romanos.
De ese tamaño fue el legado de Riva, al que dos futbolistas todavía en activo como Ciro Immobile de 33 años con 16 goles en 56 partidos, y Lorenzo Insigne de 32 años con 10 goles en 47, ni se le acercan. Cada vez será más difícil recordarlos.