Batallón al frente. Viéndolo jugar entendemos que un Mundial es cosa seria: hay figuras, estrellas y luego están tipos como Mbappé. La última versión de la Copa del Mundo buscaba un nuevo modelo de crack y Francia se lo entregó: su chico de 23 años, vigente campeón mundial, entró como una tromba en los cuartos de final con una elegante asistencia, un gol de mucha potencia y otro para coleccionar. Mbappé lidera una delantera que ataca en estampida, pero se detiene a cuidar los pequeños detalles: un toque, un pase filtrado, un taconazo, una pantalla, un túnel o una pared. Con Giroud, Dembélé, Griezmann y Mbappé al frente, la Marsellesa encontró su ariete, su catapulta, su ballesta, su lanza y su batallón.
Un jugador milenario. Al primer minuto del partido contra Australia, Messi cumplía mil partidos como profesional. Nosotros cumplimos años y los futbolistas cumplen partidos: a Messi se le ve como un jugador milenario que luchó en todas las batallas, cruzó todos los campos y ganó casi todos los títulos que el futbol le ofreció. En Qatar, su último desafío, lo hemos visto envejecer mientras cambiamos de canal: haces click y aparecen franceses, brasileños, ingleses y españoles con otra velocidad; pero al volver a Messi, podemos ver la pausa que de su veteranía: toca, reparte y organiza el juego. Si en cuatro mundiales no vimos una selección argentina que jugara para Messi, al quinto encontramos un Messi que juega para Argentina.
Una rosa en la solapa. Inglaterra, con 12 goles, reaparece en la historia de los mundiales estirando la capa, afilando la espada y desempolvando el escudo: como un viejo rey, el futbol inglés es noble, respetable y generoso. Han pasado 56 años desde su coronación y sigue dando la impresión que esta honorable selección continúa detenida en el tiempo. En las próximas semanas sabremos si el Equipo de la Rosa en la solapa logró cambiar de siglo.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo