En octubre de 1985, Richard Ramírez, El acosador nocturno, fue condenado a muerte por asesinar a 14 personas, entre mujeres, hombres y menores de edad.
Ramírez, quien había sido trasladado a una corte de la ciudad de Los Ángeles portando unas pesadas cadenas, sonreía a la gente y con la mirada buscaba a las mujeres, muchas de las cuales mantenían abiertos coqueteos con el homicida.
El veredicto del jurado no afectó el ánimo de Ramírez, quien, mientras abandonaba la sala, gritó: “Hail, Satán”, al tiempo que mostraba la palma de su mano izquierda, revelando una estrella de cinco picos y la marca de la bestia: 666.
La gente que conoció a Richard Ramírez lo describió como un adorador del diablo. En varios de los asesinatos, el delincuente dibujó en las paredes símbolos rituales con la sangre de las víctimas.
Los asesinos seriales vinculados al satanismo son Legión, porque son muchos.
Un vistazo al fenómeno criminal del siglo XX arroja luz al lado más siniestro de los excesos cometidos por el humano en nombre de Satán.
A los 16 años, el californiano Sean Sellers y un amigo entraron a un supermercado. Sellers portaba una pistola Mágnum 357, que accionó en cuanto vio al dependiente del establecimiento. Robert Bower, la víctima, nunca supo que murió por negarse a vender cerveza a unos menores tres días antes.
En la medianoche del 4 de marzo de 1986, las voces que Sellers escuchaba desde niño le ordenaron asesinar a su madre y a su padrastro. El adolescente de 17 años estaba dispuesto a obedecer.
Sellers se asumía como un satanista devoto de la Biblia Satánica de Anton Szandor LaVey, condición que, de acuerdo con el menor, le permitía hacer lo que quisiera sin recibir castigo, incluso matar.
Con una pistola Smith and Wesson .44, Sellers entró a la recámara de la pareja. Primero disparó contra la cabeza de su padrastro. La madre recibió un disparo en la mejilla mientras intentaba huir. Sellers la remató con un tiro en la cabeza.
Sean Sellers fue ejecutado el 5 de febrero de 1999 dentro de la Penitenciaría Estatal de Oklahoma, en McAlester, Oklahoma.
Al reinstaurarse la pena de muerte en Estados Unidos en 1976, Sellers se convirtió en el único ejecutado por un asesinato cometido a los 17 años.
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