La mañana del 1 de agosto de 1966, un hombre llamado Charles Whitman entró a una tienda Sears, donde compró algunos revólveres, rifles con miras telescópicas y mucha munición.
Alrededor de las 11:30 horas ingresó a las instalaciones de la torre de la Universidad de Texas, en la ciudad de Austin. Pese a que transportaba en un “diablo” sus voluminosos pertrechos, no hubo una sola persona que le prestara atención. Whitman abordó tranquilamente el elevador.
Antes de llegar al mirador de la torre, el individuo intercambió sonrisas con una pareja que se encontró en las escaleras —pues el elevador no llegaba hasta la cúspide—, fracturó de un culatazo el cráneo de una recepcionista y acribilló a cuatro personas que también se dirigían al observatorio.
Un poco después del mediodía, a 300 metros de altura, el veterano de guerra comenzó una masacre de hora y media que acabó con la vida de 13 personas. Muchas de ellas no supieron siquiera qué les hizo explotar la cabeza o el pecho.
Antes de perpetrar su carnicería, Whitman mató a su esposa y a su madre, y escribió una carta. A las mujeres de su vida las sacrificó para que no se enteraran del asesinato masivo que iba a cometer.
La carta explicaba que había solicitado ayuda profesional porque sentía que las cosas no estaban bien en su cabeza, aunque nunca obtuvo respuesta. Además, solicitaba que, una vez que muriera, le hicieran una autopsia que explicara sus deseos de infligir daños a terceros. En efecto, un pequeño tumor cerebral al parecer fue el detonante de la furia de Whitman.
Whitman murió a causa de los disparos del oficial Ramiro Martínez, después de que otro oficial, Houston McCoy, y el ciudadano Allan Crum, distrajeron al francotirador.
La gente que conoció a James Oliver Huberty decía que era un hombre que no sonreía, además de que siempre amenazaba con matar a varias personas. El 18 de julio de 1984, cumplió sus amenazas, desatando el infierno en un McDonald’s de San Ysidro, en California.
El tiroteo causó 22 muertos, incluyendo a James Oliver Huberty, quien recibió el disparo de un francotirador de la policía. Huberty disparó a discreción, tanto a los clientes del restaurante como a la gente que caminaba fuera del McDonald’s.
Testigos señalaron que el individuo disparó lo mismo a hombres y mujeres, rematándolos en el piso si fuera necesario, e incluso accionó sus armas de alto poder contra niños que manejaban sus bicicletas por las aceras.
La viuda Etna Huberty señaló que su marido solicitó ayuda médica, pues su cuerpo estaba altamente intoxicado a causa del plomo y el cadmio que inhaló durante catorce años de soldador. La autopsia dio la razón a la viuda.
José Luis Durán King