El gobernador electo de Nuevo León, Samuel García Sepúlveda, hereda retos y nuevas rutas por recorrer. Salud, seguridad, educación, movilidad y sequía. La memecracia ha quedado atrás o debe quedar atrás. No es Enrique Alfaro, gobernador de Jalisco, es el presidente Andrés Manuel López Obrador. Y Tamaulipas. Si el cártel Nuevo Jalisco extiende sus intereses en Nuevo León, habrá un nuevo león, remasterizado por la familia de Samuel.
En términos de inseguridad, lo dicen los morenistas, hubo narco-gobiernos, como en Tamaulipas y Michoacán. Los recientes triunfos del partido del presidente Andrés López Obrador se los quieren adjudicar, siempre desde la derecha, al narco Hipótesis difícil de establecer si el corredor del Pacífico les dio triunfos, ¿qué pensar de Tamaulipas? Y de lo que sucede en Jalisco. ¿César Garza Villarreal avalando la narcopolítica?
Repensar Nuevo León es pensar Nuevo León. Hay retos, veremos las rutas. La inseguridad es el reto y las rutas de Nuevo León a Laredo o Reynosa están jodidas: levantan y matan. La educación presencial no existe. Los colegios privados no son la educación. Las nuevas cepas en covid llegan al estado. La movilidad requiere un ajuste de tránsito, no de tarifas. Guerrear el agua es inútil.
La gobernanza difícil con un Congreso en contra. No se trata de negociar, se trata de reparar los daños a la ciudadanía. ¿Quién le entra? Presumir no es asumir. O hay discursos o hay hechos. ¿Quién le entra?
Los problemas del nuevo gobernador son fuertes. La gobernanza difícil con un Congreso en contra. No se trata de negociar, se trata de reparar los daños a la ciudadanía. ¿Quién le entra? Presumir no es asumir. O hay discursos o hay hechos. ¿Quién le entra?
Ni Judith Díaz, que ya se va; ni Clara Luz Flores, que ya llega. El nuevo gobierno tiene todo en contra. ¿A su favor? Ser nuevos.
LAS DAMAS
“Se trata de mujeres que no existen en la Historia, esa que va con mayúsculas, esa que han escrito los triunfadores, esa que aprenden los niños en las escuelas y que cuentan los libros, mujeres que llegaron muy cerca del poder, pero no por ellas mismas, sino por estar casadas con quien lo tenía, mujeres a las que nadie nombró o eligió, que no ocuparon ese lugar por mérito o deseo, que no cobraron salario, cuyos quehaceres no estuvieron señalados ni definidos por ninguna ley o reglamento, pero que no pudieron librarse de cumplirlos, mujeres que a la hora de cobrar las cuentas corrieron parejo con la gloria, pero también con los abucheos y las indignaciones”, comenta Sara Sefchovich, autora de La suerte de la consorte, una historia de las primeras damas en nuestro país.
Quien rompió el esquema fue la esposa del presidente Andrés Manuel López Obrador, Beatriz Gutiérrez Müller, quien declinó llamarse y que le llamaran primera dama. Con las redes sociales, los roles han cambiado, así lo vimos con la influencia que tuvo Mariana Rodríguez, la esposa del gobernador electo, Samuel García, en la campaña y que ahora, después de pensarlo, sí se va a hacer cargo del DIF.
La otra primera dama, la esposa de Luis Donaldo Colosio Riojas, Marilú García Luna, fue más allá al comentar en una entrevista: “Ya le dije a Luis Donaldo: ‘Cuidado, porque no solamente en el DIF, voy a poner ojo en todas las dependencias de todo el municipio’.
“Estaré al pendiente de toda la administración, de todos los cargos, y todo el trabajo que se desempeñe tiene que ser bien y bien hecho. Ya me dieron el aval y Luis Donaldo me dijo: ‘Yo aquí solo les voy a dar indicaciones, pero Marilú es la que va a ordenar’”.
La cara de what? es evidente. Ningún elector le dio el aval, pero prolongando lo que sucede domésticamente, ahora Marilú se faculta públicamente. La historia de estas primeras damas apenas empieza. _