No se debe dialogar con el Diablo, prescribió vigorosamente en México el papa Francisco, pero en el siglo XIX hubo un escritor francés que se jactaba de haberlo hecho noche tras noche antes de volver a acatar la fe católica: Jacques-Albin-Simon Collin (Plancy 1794-París, 1881), quien, con el seudónimo Collin de Plancy era (según Max Milner) "el mayor conocedor de historias diabólicas o angélicas o las más prodigiosas del mundo real".
Las innumerables obras de erudición anecdotaria de Collin de Plancy yacen en el olvido, excepto su Diario Infernal que reúne notas sobre "los demonios, los espíritus, los fantasmas, los espectros, los vampiros, los licántropos, los hechiceros, el aquelarre, las visiones, los sueños, los encantamientos, las apariciones, la magia, el comercio con el Infierno, las adivinaciones, las ciencias secretas, los hechos misteriosos y sobrenaturales", etcétera.
Puesto que ni Borges ni Bioy Casares visitaron a Plancy para completar su Libro del Cielo y del Infierno ni sus famosos Cuentos breves y extraordinarios (aunque algunas entradas plancynianas como "Año Platónico" y "Astrología" suenen tan borgesianas), traduzco y ofrezco algunos bellos ejemplos, entresacados al ojeo, del Dictionnaire Infernal (Bibliothéque Marabout, Belgique, 1983).
Año Platónico
Dos alemanes bebían en una taberna y hablaban del gran Año Platónico, en el cual todas las cosas volverán a su primer estado, y quisieron persuadir al tabernero, que los escuchaba, de ese recurrente retorno de las cosas.
"De tal manera, decían, que dentro de dieciséis mil años estaremos bebiendo aquí en tal día y a tal hora, y te pedimos que nos des crédito hasta esa fecha en la cual te pagaremos todo lo que lo que desde hace mil años hemos consumido aquí".
Y el cabaretero les respondió: "De acuerdo, pero como desde hace dieciséis mil años bebisteis y comisteis diariamente aquí, saldad la deuda pasada y volveré a daros crédito desde hoy".
Astrología
Habiendo un astrólogo predicho la muerte de una dama locamente amada por Luis XI, ella murió, en efecto, y el rey, creyendo que la causa había sido la predicción del astrólogo, lo hizo llamar ante él, que tenía la secreta intención de hacerlo arrojar por la ventana.
"Tú que pretendes haber nacido tan inteligente y sabio —le dijo—, dime cuál será tu propia suerte".
El profeta, sospechando la intención del príncipe, respondió: "Sire, preveo que moriré tres días antes que Vuestra Majestad".
Y desde entonces el rey cuidó de que el astrólogo no muriera.
Música celeste
Entre los descubrimientos sorprendentes de Pitágoras, había una música celeste oída solo por él. Hallaba los siete tonos de la música, bien contados, en la distancia que hay entre los planetas: de la Tierra a la Luna, un tono; de la Luna a Mercurio, un semitono; de Mercurio a Venus, un semitono; de Venus al Sol, un tono y medio; del Sol a Marte, un tono; de Marte a Júpiter, un semitono; de Júpiter a Saturno, un semitono, y de Saturno al Zodiaco, un tono y medio... Esta música de los cuerpos celestes rige en armonía todas las partes que componen el Universo. Nosotros, dice León Hebreo, no podemos oír esa música como aquellos que viven cerca del mar no perciben el ruido de las olas, pues se han acostumbrado a ellas.
Magia fluvial
Un mago, poseedor de un arco muy especial, disparaba una flecha a la que iba atada una larga cuerda y se veía inmediatamente aparecer en el aire un río tan largo como el tiro de la flecha.
Método de invisibilidad
Para hacerse invisible, aconseja un célebre mago de esta época, hay modos que no deben nada a la magia, ni a la brujería a la ciencia ni a ningún acto sobrenatural. Basta, por ejemplo, con esconderse tras un muro.
Parasol avícola
Cuando el padre Anchieta, misionero jesuita en Brasil, se sentía demasiado acalorado por el sol, ordenaba a las gallinas que se alzaran en el aire, se colocaran por encima de su cabeza, y con las alas le hicieran un parasol; esas aves inmediatamente le obedecían y esto era motivo de gran asombro de los espectadores.
Piedra Filosofal
Un alquimista que se jactaba de poseer la Piedra Filosofal y con ella poder obtener oro, solicitaba una recompensa a León X. A este papa protector de las artes el pedido le pareció justo y le dijo al charlatán que volviera al día siguiente. El alquimista se ilusionaba ya con su buena fortuna, pero el papa le regaló una gran bolsa vacía y le dijo que, puesto que sabía hacer oro, solo necesitaba un saco donde guardarlo.
Sobrepoblador
Un predicador demasiado entusiasta que pronunciaba el panegírico de San Francisco Javier exaltó el hecho de que éste de una sola vez hubiera convertido al catolicismo a diez mil hombres en una isla desierta.
Un precursor de don Quijote
Un griego que soñó haberse vuelto loco quedó tan impresionado por ese sueño que, en cuanto despertó, se puso a hacer locuras que a su juicio estaba en la obligación de hacer, y así, en efecto, perdió la razón y fue el más loco de los ciudadanos de Atenas.