Creía el príncipe Hamlet que nuestra isla, nuestra vida, rodeada está del mar del sueño, pero acaso se podría decir que lo está de la tormenta de los desvelos. Miren lo que sucede con algunos individuos aquejados de la enfermedad narrativa o cuentofilia.
Antes de tenderse en el no tan mullido lecho para convocar los poderes de Morfeo (que es como los liróforos celestes escribirían acerca del mero acto de irse a la cama para dormir), el cuentista emprende todos los detallados rituales aconsejados por los médicos con el fin de evitar el insomnio, añadiendo los ocasionalmente inventados por él, pero es inútil: se impone el desvelo intermitente (es decir, ratitos de dormir alternados con ratitos de vigilia) y el narrador debe admitir que su mente funciona sobre todo en turno nocturno, el cual a veces le dicta historias como las de ahora… que resultaron con asunto o mera historia o tema del insomnio, y…¡ni modo!
Las adormecedoras
Como se pasaba las noches sin dormir, le aconsejaron que imaginara ovejas que saltaban y las contara, una a una. Eso hizo, pero sus ovejas, aparte de que cada vez llegaban más en montón y no se dejaban contar, lanzaban fuertes y largos berridos que lo mantenían en el insomnio toda la noche.
De otro modo, pero igual
Por fin, después de noches y noches he podido dormir largamente, pero siempre soñando, y lo que sueño es que no logro dormir, de modo que al despertar me siento como después de haber pasado una noche de insomnio... Lo cual, en resumidas cuentas, me parece que viene resultando lo mismo.
Esa muchacha…
Al final de la feria, adonde apenas llegan los latidos de la musiquita de charanga, entre los puestos del hombre serpiente y la mujer tortuga y el hombre de tres ojos y la echadora de cartas y el enano forzudo y la señora barbuda, hay un puesto en el que te cobran 10 pesos por la entrada y por estar allí solo el tiempo de 10 parpadeos, y entras y ves a la muchacha más hermosa del mundo, y si al salir pagas mil pesos tendrás derecho a soñar con ella una noche cada siete años, o si pagas nada tratarás de soñarla pero puede ser que el insomnio, descontruyendo el sueño, la conserve bella y con enormes, infernales, incendarios, casi inmirables y suidantes ojos.
En la lápida de un desvelado
¡Al fin se
acabó
el insomnio!
Infinito final de cuento
…y el príncipe encantador besó a la bella durmiente que despertó mientras él se dormía y ella entonces lo besó a él que despertó mientras ella volvía a dormir, y entonces él la besó…
Teseo, desvelado
Noche tras noche, durante siglos y con la espada enarbolada, buscó al monstruo en el Laberinto, sin saber que allí no había más monstruo que el mismo laberinto y que tal vez éste había sido construido por el inmorible insomnio.
Don Quijote, desvelado
Entre momentos de insomnio el intrépido caballero sufría de inquietantes sueños breves, pero intensos aunque mediocres, en los que era un hidalgo pobre, llamado Alonso Quijano (¡o, peor: Alfonso Quesada o Quijada!), quien se veía confinado en una mísera aldea, en una vida sin ilusiones, poniéndose gordo y calvo y además aquejado de un ama y una sobrina tontas y aburrido porque no tenía libros con caballos heroicos y palacios maravillosos y andanzas y aventuras y combates a espadazos o a lanzazos y bellas damas que liberar de caballeros canallas para que ellas se enamorasen de él, un caballero valiente y bueno y casi santo con un alto ideal que lograba hacer triunfar aun cuando fracasaba.
Marilyn, desvelada
Todavía persiste el misterio de la muerte de la portentosa rubia MM, pero hace poco el profesor Nicholas Nicholetz, profesor emérito de la Universidad de Miramar, Mir., lanzó, desde su curso sobre Milagros y Otras Fantasmagorías, la hipótesis, quién sabe si científicamente verificable pero digna de tomarse en cuenta, de que la bella rubia era el objeto de los sueños de millones de hombres y mujeres del mundo; de acuerdo, pero además la acosaban los insomnios de aquellos y aquellas, y que cuando los desvelos alcanzaron mayor cifra que los sueños, MM, ya insomne incurable, decidió suicidarse mediante una sobredosis de bárbaros barbitúricos.
Historias que alucinan al insomne
- Los inmortales del momento
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José de la Colina
México /