Cultura

“Este era un gato…” (o cuentistas somos todos)

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  • “Este era un gato…”  (o cuentistas somos todos)
  • José de la Colina

No todos tenemos el genio de Sheherezada, pero todos somos narradores, y esto nos distingue de los meros animales. El cineasta John Ford, tras escuchar con impaciencia a un asistente que le expone sus dificultades para colocar un spotlight en la escena que se va a filmar, de pronto exclama: "No me cuentes tu vida, ¡haz lo que te ordeno!". El señor Pérez, disculpándose de volver tarde al hogar, le narra a la señora Pérez una historia de las dificultades que tuvo en la oficina o para tomar el Metro, y es como un pequeño Ulises contando su pequeña odisea. Y en el café, en la oficina, en el taller, en el Metro, en la peluquería, en el bar, a la vuelta de la esquina o en cualquier parte del mundo, hallas al amigo o al desconocido ansioso de contarte algo que le ocurrió, o que oyó, o un chiste... (pues un chiste suele ser un minicuento en regla: con exposición, nudo y desenlace).

Entonces Jean-Paul Sartre anota: "Para que el suceso más trivial se vuelva toda una aventura se necesita y basta ponerse a narrarlo. Eso es lo que atrapa a la gente. Un hombre es siempre un narrador de sus historias y de las de otros. Vive la vida como si la contara".

Tal vez vivimos la vida como si la contáramos, pero contamos cuentos ajenos o propios como si los viviéramos; y más aún: algunos los escribimos. Quizá de una u otra manera toda la literatura sea narrativa: la Biblia cuenta el principio y el destino del mundo; los Evangelios cuentan vida, muerte y resurrección de Jesús (que además contaba cuentos o apólogos); Homero relata en verso historias de guerra y de aventuras; Platón filosofa contando el caso del hombre de la caverna a la que entra un haz de luz; san Juan de la Cruz cuenta, con espléndida música verbal, las relaciones entre su alma y Dios; Montaigne trufa sus ensayos con innumerables anécdotas; Pascal ilustra sus reflexiones sobre el destino iniciando (y, por cierto, no desarrollando) el cuento de lo que pudo pasar en la Historia si Cleopatra hubiera sido chata; Shakespeare teje los relatos de ruido y furia que sus personajes viven y cuentan; Marx empieza el Manifiesto Comunista como iniciando una novela fantástica: "Un fantasma recorre Europa...".

¿Qué se espera de un cuento? Digamos que una de tres cosas o las tres juntas: emoción, distracción y enseñanza. Los dos primeros requisitos son imprescindibles, y el tercero valdría más olvidarlo, pues la moraleja suele anular el placer del relato. Un párrafo a la entrada de una novela de Mark Twain sentencia altanera y justamente: "Los que le busquen un motivo a esta historia serán encarcelados. Los que le busquen una moraleja, serán desterrados. Los que le busquen un mensaje, serán fusilados". Dicho de otra manera: si un escritor no logra que su cuento se sostenga por sí mismo (como aquella sonrisa del gato sin el gato vista por la carrolsiana Alice) mejor será que se dedique a otro género: el ensayo o la crítica de cine o el reportaje deportivo o los crucigramas, etcétera. Recuérdese que cuando Sheherezada (la cuentista más justificada, pues lo es para salvar su vida) termina de contar una historia, no se pone a decir lo que significa, sino que, convirtiéndose en la inventora del suspense, comienza otra historia que continuará en la siguiente noche.

Así que obedezcamos a la letanía aquella de:

"Este era un gato con los pies de trapo y los ojos al revés; ¿quieres que te lo cuente otra vez?; este era un gato...".

Y acerca de qué es un cuento, todo lo que puedo responder es lo que un filósofo dijo acerca de cualquier otro asunto: si me lo preguntas, no lo sé; y si no me lo preguntas, lo sé. Pero, como no quiero fallarle del todo al lector, me resigno a perogrullar:

Cuento es algo que se cuenta hablando o escribiendo, que narra una historia real o imaginaria, y que en las publicaciones suele presentarse bajo la palabra CUENTO.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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