Política

Los chicles invaden la calle Madero

  • Carta de Esmógico City
  • Los chicles invaden la calle Madero
  • José de la Colina

El cronista nunca ha sabido cuál puede ser el chiste de mascar chicle. En una ocasión en que por recomendación de su dentista, quien le dijo que eso le afianzaría la dentadura natural, o más bien lo que de ella quedaba, el cronista dedicó más de una semana a la masticación de sucesivos Chiclets Adams (que en esos tiempos eran los más famosos y con variedad de sabores, entre los cuales destacaba el muy cursi del “tutifruti”), pero menos de una semana después decidió acabar con tal “sana costumbre” al verse reflejado en un escaparate callejero y descubrirse inquietantemente parecido a cualquier animal rumiante. Pero conste que, para deshacerse del chicle mascado, el cronista lo envolvió en un papelito y lo arrojó a una papelera que (¡por mucha suerte!) encontró en una esquina de la calle.

Pero, en fin, el cronista respeta los derechos digamos humanos del aficionado a ese deporte mandibular. Derechos entre los cuales no está, o no debería estar, decorar feamente la céntrica calle Madero con una horripilante alfombra que habría de ser adjetivada de “chiclosa”, precisamente, pues resulta que miles de capitalinos o de turistas “mascachicles”, cuando pasean por esa todavía bonita calle aprovechando que esté cerrada al tránsito vehicular, tiran cada mes al suelo de concreto miles de chicles ya masticados que también cada mes los empleados del gobierno de la Ciudad de México deben retirar, solo para que muy pronto se reproduzca afeando una de las calles centrales de Esmógico City que todavía heroicamente conserva algún estilo y, además, causando el envenenamiento de los pájaros que degluten tales basuras creyendo que son migajas de bizcocho o de cualquier otro alimento u otra golosina. Esa labor de limpia, consistente en despegar tan vasta y minuciosa basura, además de ser fatigante, es costosa: otro cronista esmogicano, pero anónimo, ha calculado que el retiro de cada cadáver de chicle le cuesta al gobierno capitalino, y por ende al ciudadano que cumple con el fisco, dos y medio pesos, que desde luego deberían emplearse en alguna otra cosa menos trabajosa y a final de cuentas inútil, pues la degradación de las otrora señoriales calles céntricas de “nuestra” ciudad no parece tener para cuándo acabar.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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