Política

De cómo la lluvia suscita la filosofía en los niños

  • Carta de Esmógico City
  • De cómo la lluvia suscita la filosofía en los niños
  • José de la Colina

Mesándose las barbas de melancólico sátiro de recóndito bar parisino, el poeta Paul Verlaine escribió un bello poema rumoroso como una fina, una finisecular lluvia parisiense: "Llueve en mi corazón/ como llueve sobre la ciudad"...

La lluvia, ya sabemos, suele ser celebrada como un fenómeno en sí poético como en los versos de Verlaine y las canciones de Cri Cri, o tan artístico como las pluviales láminas de la pintura japonesa, digamos las de Hokusai (quien decía que "pintar la lluvia es cosa de artista santo para quien tal acción no es una técnica, sino un ejercicio espiritual"), o de llover tan épicamente como en el cine de Akira Kurosawa con sus rugientes samurais y heroicos campesinos guerreando bajo un aguacero, o ser tan nostálgica y fantasmal como era para Borges, que creía que "la lluvia es algo que ocurre en el pasado" (quizá porque nunca lo empapó un diluvio en su querida ciudad de Buenos Aires).

En fin, ya se sabe: la lluvia tiene prestigios literarios y artísticos. Pero hay lluvias nada líricas ni de buen ver, lluvias brutales, lluvias malvadas, lluvias transportadas por oscuras nubes tormentosas, lluvias con asesina vocación de diluvio universal, y sucede que hay días en muchos lugares de la República mexicana en que las lluvias dañan y hasta borran paisajes y cultivos, inundan pueblos, encharcan calles y barrios y ciudades enteras, e indiscriminadamente (adverbio que aspira a ser largo como una tarde de lluvia) ahogan a animales y a seres humanos, causando, en fin, desgracias incontables.

Y el cronista recuerda la tarde lluviosa, de hace, ¡uy!, muchos años, cuando estaba junto a su padre bajo un estrecho toldo de la calle de Bolívar, los dos esperando a que escampase, y que con cabal ingenuidad e inconsciente ironía, el niño le dijo al adulto:

—Papá, si, como me dices, la lluvia ocurre para poner el campo verde y bonito y hacer crecer los árboles, el pasto y las plantitas, ¿por qué también llueve en las calles?

En aquel niño interrogativo quizá se anunciaba un filósofo en el estilo de don José Ortega y Gasset, quien escribió que la lluvia quiere devolvernos a una elemental zoología de chapoteantes larvas inmersas en el primigenio pantano anterior a todas las ciudades y a la Historia (con mayúscula, que no es una historia cualquiera).

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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