El cronista leyó, gracias a don Miguel Torruco, cabeza de la Secretaría de Turismo de la Ciudad de México, que, de enero a julio de este año ianacabado, esta ciudad fue visitada por casi 7.5 millones de turistas de todo el mundo, incluyendo no pocos del país mismo, y que con eso se ganaron unos casi 46 mil millones de pesos... aún no tan debilitados por el ascenso del dólar a 20 de los mismos (hecho que no por previsible resulta menos lamentable).
Al cronista le alegra el cuantioso turismo que viene aquí, pero también lo inquieta.
¿Qué busca en esta ciudad recientemente rebautizada el titipuchal de visitantes?
¿Quieren paladear, entre suculentos tacos y quesadillas, entre moles y guacamoles y tamales, y con fogonazos de tequila o mezcal, las densas bocanadas de esmog cotidiano?
¿O desean correr la gran aventura de arriesgar el cuerpo cruzando avenidas y calles superpobladas por intrépidos vehículos o vehiculazos para los cuales el ciudadanaje es tan solo un estorbo?
¿Llegan para admirar majestuosos paisajes aunque apenas los atisben entre cortinajes de sempiterno esmog?
¿O ansían escuchar "románticos" sones de mariachi en que los metales ahogan a las cuerdas?
¿O sueñan con experimentar un folclórico asalto en que las opciones son perder la billetera o la vida ... y, claro, además la billetera?
¿O...?
¡Alto!
El cronista, con las canas erizadas, intenta tranquilizarse recordando que hace mucho Mario Moreno Cantinflas decía que esta ciudad tiene ángel. Y Elenita Poniatowska escribió todo un libro, con fotografías, acerca de los ángeles capitalinos de México.
Pues sí: la Ciudad de México tiene un ángel, cuando menos uno, el cual se yergue, con inexplicable busto femenino (dos pechos bien erectos), en lo alto de una conmemorativa columna.
Y...
Algo es algo, ¿no?
Aunque, como justificadamente protesta el jefe de Gobierno, a "nuestra" ciudad se le rebaje el presupuesto.
Ni modo. ¿Quién le manda ser tan puesta para los turistas?
