Casi inadvertida fue la reunión convocada por la Asociación Democracia y Dignidad por México debido a la ausencia de la mayoría de los legisladores laguneros electos el pasado 1 de julio, situación que no impidió a su dirigente Eugenio Treviño informar que el objeto de la reunión fue pedirles que el Congreso Federal reconozca a La Laguna como la entidad 33 de la República a fin de que reciba un trato especial y que se le asigne un coordinador federal.
Negó que se busque retomar el proyecto del Estado de La Laguna “pero queremos que nos traten como una entidad” para luego explicar que los gobiernos de Coahuila y Durango ejercen su propio presupuesto pero este “no alcanza a llegar a La Laguna” y el Fondo Metropolitano es muy pobre para detonar el desarrollo de la región.
Más allá de esta propuesta hay evidencias de que nuestra comarca sigue empantanada en el síndrome de frustraciones sucesivas como el fallido proyecto del nuevo Estado, los graves problemas de contaminación del medio ambiente, la escasez de agua, el arsénico, la inseguridad y los incontenibles fenómenos urbanos de disolución, fragmentación y privatización, entre otros tantos.
No podemos soslayar que somos una región rebasada por su propio crecimiento, dividida por dos estados, con sus municipios descoordinados, con una sociedad civil dispersa y con un vacío de liderazgos capaces de construir una agenda estratégica de prioridades que remonte la indiferencia, la impotencia y las inercias frente a los riesgos del futuro comarcano.
Paradigmático es el problema del agua evadido por el gobierno y la sociedad. Cerca de 100 mil habitantes no tienen agua, otros están enfermos por beberla contaminada, mientras el 85% del agua de pozos profundos es para uso agrícola y ganadero y más de la mitad se desperdicia.
Lo más grave es que existe un déficit en la recarga del acuífero de por lo menos 800 millones de metros cúbicos al año.
Una acumulación de frustraciones genera inestabilidad y conflictos que no se pueden predecir pero si anticipar.